Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar enunciados conversacionales con humor fallido producido en conversaciones entre mujeres, entre hombres, y entre hombres y mujeres para comprobar si utilizan las mismas estrategias conversacionales cuando se trata de evitar la descortesía. El humor fallido se produce cuando los interlocutores, si bien reconocen la presencia de un enunciado humorístico, no lo continúan para así evitar ataques hacia la imagen de algunos de los participantes.
Para llevar a cabo nuestro objetivo, nos basaremos en la Teoría General del Humor Verbal (TGHV) propuesta por Attardo y Raskin (1991. Script theory revis(it)ed: Joke similarity and joke representation model. En HUMOR: International Journal of Humor Research (4): pp. 293-347) y, en especial, Attardo (2001a. Humorous Texts: A Semantic and Pragmatic Analysis. Berlin: Mouton de Gruyter), en la Teoría de la Cortesía que proponen Brown y Levinson (1978 [1987]. Politeness: Some universals in language usage. New Cork: Cambridge University Press), en tanto que analizaremos ejemplos extraídos del Corpus de conversaciones coloquiales de Briz y grupo Val.Es.Co. (2002. Corpus de conversaciones coloquiales. Madrid: Arco Libros) y del corpus de los mismos autores en proceso de digitalización.
Abstract
The aim of this paper is to analyze conversational utterances with failed humor produced in women, men, and men and women to see if the conversational strategies used are the same when it comes to avoid impoliteness. The reason is because the participants recognize the humorous statement, but they do not continue to prevent face attack. The General Theory of Verbal Humor (TGHV) proposed by Attardo and Raskin (especially Attardo, 2001), Politeness Theory proposed by Brown and Levinson (1978 [1987]. Politeness: Some universals in language usage. New Cork: Cambridge University Press) and the analysis of examples from the Corpus of colloquial conversations (Briz and group Val.Es.Co. 2002. Corpus de conversaciones coloquiales. Madrid: Arco Libros) will be used to achieve our aim.
1 Introducción
En este trabajo presentamos una propuesta de estudio para el análisis de la cortesía en enunciados humorísticos con humor fallido en conversaciones entre hombres y mujeres. En ocasiones, se produce un ataque a la imagen del interlocutor que los participantes deciden no continuar por distintas estrategias conversacionales, es decir, el interlocutor evalúa si el enunciado humorístico puede implicar una amenaza a su imagen social y decide no participar de esta instancia conversacional. Para llevar a cabo nuestro estudio, seguiremos el siguiente esquema de trabajo en el que se realiza una introducción teórica al humor (apartado 1) y a la descortesía (apartado 2); luego, veremos cómo actúan los participantes en los enunciados humorísticos conversacionales entre hombres y mujeres, y cómo se relaciona este hecho pragmático con su identidad de género (apartado 3), todo ello a partir del análisis correspondiente de ejemplos (apartado 4), para llegar a unas conclusiones sobre el tema (apartado 5).
Para llevar a cabo nuestro objetivo nos basaremos en la Teoría General del Humor Verbal (en adelante TGHV) propuesta por Attardo y Raskin (1991) y, en especial, Attardo (2001a), la Teoría de la Cortesía que proponen Brown y Levinson (1978 [1987]), a su vez, los ejemplos analizados han sido extraídos del Corpus de conversaciones coloquiales de Briz y grupo Val.Es.Co. (2002) y del corpus de los mismos autores en proceso de digitalización.
2 Aspectos teóricos del humor verbal
Como hemos dicho anteriormente, comenzaremos partiendo de la base teórica que nos servirá de marco para el estudio del humor. El humor se ha tratado desde diferentes puntos de vista, como la sociolingüística y la etnografía, entre otros, aunque en este estudio nos interesa la perspectiva pragmática, de la que haremos, a continuación, un breve repaso por las teorías pragmáticas que se han ocupado del humor.
Dentro de las corrientes que se han ocupado del humor, Attardo (1994: 47) destaca las teorías de la agresión (para las que toda experiencia humorística surge como manifestación del sentimiento de superioridad del hombre hacia el hombre), las teorías de la liberación (para las que el humor es efecto de una liberación de energía acumulada) y las teorías de la incongruencia (que consideran que el humor se basa en el descubrimiento de una realidad o un pensamiento que resulta incongruente con lo que se esperaba). De todos estos acercamientos, nos interesan las teorías de la incongruencia-resolución, que tienen una visión pragmática, aunque dentro de ellas, obtenemos a su vez diferentes perspectivas, entre las que destacamos la de relevancia y la TGHV (recordemos que estas siglas corresponden a la Teoría General del Humor Verbal propuesta por Attardo y Raskin), porque se pueden aplicar a enunciados contextuales concretos y, a su vez, establecer generalizaciones.
Desde la perspectiva de la Lingüística Cognitiva se ha criticado la TGHV y se ha propuesto el concepto de espacio mental para explicar el humor. Algunos de sus defensores son Brone y Feyaerts (2003), entre otros, que afirman entre sus premisas que hablante y destinatario comparten un espacio discursivo concreto, que el destinatario selecciona cognitivamente el significado más sobresaliente de una palabra, que la estructura semántica se construye en el discurso, y que esa estructura también se elabora a partir del contexto y de categorías pragmáticas. Todas estas consideraciones se aplican a la ironía y al humor como formas de lenguaje figurativo; en algunos casos, con términos como combinación conceptual o espacio mental, proporcionan herramientas mucho más fiables y dinámicas para el análisis del humor.
Desde una visión relevantista, Yus (1996: 502) destaca que el humor se produce como resultado de una estrategia a la que llama incongruencia-resolución. Esta estrategia consiste, en primer lugar, en la producción por parte del destinatario de expectativas cognitivas inválidas a partir de la interpretación de un enunciado, según el principio de relevancia, en el que el destinatario intenta encontrar la interpretación más acorde con el contexto; y, en segundo lugar, en la resolución por parte del destinatario del dilema cognitivo, en el que reconoce que hay una interpretación más cercana a la intención real del hablante y que no se corresponde con la inicial. Este reconocimiento da lugar al efecto humorístico. Por eso, la ruptura de expectativas se afianza en términos de relevancia (Yus 1996: 504), es decir, el destinatario interpreta el enunciado según el grado de pertinencia que considere que tiene y descarta la información que no es relevante para interpretarlo correctamente. Ni la visión exclusivamente relevantista ni la cognitivista nos sirven para realizar generalizaciones en los intercambios conversacionales porque fijan su atención principalmente en el destinatario y dejan a un lado la figura del hablante, de ahí que estudiemos como alternativa la propuesta de la Teoría General del Humor Verbal de Attardo (2001a). Por el momento, la TGHV es la más apropiada para explicar enunciados humorísticos según diferentes aspectos lingüísticos, ya que tiene en cuenta seis recursos de conocimiento que emplea el texto humorístico. De ahí que nos centremos en ella, a continuación.
La TGHV nace en 1991, cuando Attardo y Raskin realizan una revisión, de forma conjunta, de la propuesta de Raskin de 1985 sobre la Teoría del Humor de los Guiones Semánticos (Attardo, 2001b). En la teoría inicial, Raskin (1985) proponía una teoría exclusivamente semántica en la que afirmaba que el humor se basaba en oposición de dos guiones semánticos distintos y opuestos. Esto sucede, sobre todo, en los chistes, ya que en la primera parte del chiste se activa un guion semántico, y en la segunda parte se produce otro total o parcialmente opuesto. Observemos el siguiente ejemplo, que corresponde a un chiste, género prototípicamente humorístico:
A- | ¿En qué se diferencian una pera y un tren? |
B- | Mmmm, no sé… |
A- | En que la pera es pera y el tren no espera |
B- | Risas |
En este ejemplo, el hablante juega con la información enciclopédica que posee su interlocutor, que intenta localizar semejanzas y diferencias entre la pera y el tren. Sin embargo, como el contexto ha sido modificado por nueva información, la interpretación correcta es un juego de palabras que viene dado con la homofonía de es pera y espera.
De ahí que la teoría de Raskin no permitiera hacer una distinción clara entre la información semántica y la información pragmática que ocasionaba el humor, lo que manifestaba sus deficiencias explicativas. Además, solo es aplicable al análisis de los chistes, que es una forma humorística prototípica y muy simple en su estructura. En ese momento de discusión entre Attardo y Raskin, ambos autores plantean una teoría que difiere de la anterior, porque, además de que amplía la perspectiva semántica a otras perspectivas como la pragmática, permite analizar formas más complejas de humor, por ejemplo, el humor en la interacción o en los monólogos. Para Attardo (2001b: 167), tanto hablante como destinatario deben participar activamente en el intercambio comunicativo humorístico, e introducir una serie de mecanismos lingüísticos en el enunciado que ayuden al interlocutor a la correcta interpretación del mismo (Alvarado, 2009). Esta idea de colaboración recíproca entre hablante y destinatario es la que tienen en común la TGHV de Attardo y la propuesta del grupo GRIALE (Ruiz Gurillo y Padilla, 2009; Ruiz Gurillo y Alvarado, 2013; y Ruiz Gurillo, 2012), que afirma que todo intercambio comunicativo humorístico pone a disposición del destinatario indicadores o marcas, es decir, mecanismos lingüísticos (Attardo, 2001a), que sirven como pista al destinatario para interpretar el enunciado de ese modo, en términos irónico-humorísticos.
De acuerdo con la TGHV (Attardo, 2001a: 22; 2008: 108), existen seis tipos de fuentes de conocimiento que permiten detectar si un texto es humorístico o no y que muestran entre sí una relación jerárquica. Estas fuentes de conocimiento son: la oposición de guiones semánticos, el mecanismo lógico, la situación, la meta, las estrategias narrativas y el lenguaje. A continuación describimos cada una de ellas:
La oposición de guiones (script opposition) es la única fuente de conocimiento que se ha heredado de la teoría inicial de Raskin. La oposición de marcos o guiones semánticos opuestos a la hora de interpretar un enunciado humorístico genera unas incongruencias que el destinatario debe resolver en su interpretación final.
El mecanismo lógico (logical mechanism) es el parámetro más problemático que tiene la TGHV, ya que es el que rodea al proceso de incongruencia-resolución, y la resolución es opcional en algunos casos de humor (Attardo, 2001a: 25); por tanto, no siempre vamos a disponer de esta fuente de conocimiento.
La situación (situation) es todo aquello que rodea al humor, es decir, el contexto que evoca y genera el marco en el discurso del humor.
La meta (target) muestra quién es el objeto del humor, que puede ser el propio hablante, su destinatario, un tercero o una situación. Attardo (2001a: 24) también considera que esta fuente de conocimiento puede ser opcional, porque existe un humor que no ridiculiza a nadie y no tiene un objetivo personal. Como adelanto, afirmamos que esta idea está estrechamente relacionada con el humor con efecto positivo y el humor con efecto negativo, desde una perspectiva social, que desarrollaremos más adelante.
La estrategia narrativa (narrative strategy) tiene que ver con el género que se esté utilizando para expresar humor, es decir, si se trata de un chiste, la estrategia puede ser de pregunta-respuesta o de acertijo, por ejemplo, aunque puede ser mucho más compleja y basarse en mecanismos lógicos y razonamientos.
Por último, el lenguaje (language) contiene toda la información necesaria para poder verbalizar un texto humorístico, es decir, el hablante posee todos los instrumentos necesarios para que un texto contenga las palabras adecuadas que den lugar a una oposición de sentidos y a una doble interpretación (polisemia, ambigüedad, polifonía, hipérbole, etc.).
Además, Attardo (2001a: 62) manifiesta que el humor es diferente según se produzca en textos narrativos o en la conversación. La diferencia fundamental se encuentra en la falta de planificación que existe en esta última y en la importancia que tiene el contexto para la correcta interpretación del enunciado. Sin embargo, el método de análisis de los diferentes textos humorísticos es el mismo (Attardo, 2001a: 82), ya que tiene que ver con la localización de los elementos lingüísticos humorísticos que aparecen en ellos, es decir, según se sitúen en la trama (jab lines) o al final (punch lines) del texto. Semánticamente son elementos iguales, y la única diferencia que presentan es su posición textual y su función pragmática. De este modo, si aparecen en el centro de la conversación sirven para dar pistas al destinatario sobre su intención humorística, es decir, se utilizan como gancho, mientras que si se dan al final es porque el humor se ha aceptado y se utilizan como remate humorístico.
Por tanto, para nuestro estudio partimos de la premisa teórica de que los enunciados con humor presentan cuatro fases en el interlocutor: reconocimiento, entendimiento, apreciación y acuerdo. Esta idea de reconocimiento de fases de humor ha sido tratada por Hay (2001: 67) y, más tarde, por Attardo (2001b: 166). Para estos autores dichas fases están estrechamente relacionadas con la capacidad para entender el humor (humor competence) y la actuación del humor (humor performance). La primera fase es la capacidad que tiene el hablante y el destinatario de hacer y reconocer el humor en un contexto determinado, mientras que la segunda tiene que ver con el deseo y la disposición de apreciarlo. De esta manera, hablante y destinatario participan activamente en el intercambio comunicativo, a partir de una serie de mecanismos lingüísticos en el enunciado que ayudan al destinatario a la correcta interpretación humorística del mismo (Alvarado, 2013). En esta última fase, el hablante elige o no compartirlo con el destinatario y, por tanto, puede mantener un modo humorístico, que es la clave para continuar el humor en la conversación, o no. Esta idea está relacionada con el humor fallido.
En los datos analizados del corpus de conversaciones de Val.Es.Co. (2002) y del corpus en proceso de digitalización, obtendremos que algunos enunciados tienen como efecto el humor pero que, en ocasiones, este ha fallado en la conversación porque el hablante, mujer u hombre, decide no participar en el enunciado humorístico por alguna estrategia conversacional de protección de imagen (Brown y Levinson, 1978 [1987]) y, como veremos, continúa con el tema serio. El estudio nos revelará en qué medida son habituales estos casos en las conversaciones entre hombres o entre mujeres, y por tanto, si es una cuestión de género e identidad. Además, dichos enunciados producen una disonancia por parte de los interlocutores a la hora de considerar qué es humorístico y qué no, ya que uno lo considerará así y los otros no, por lo que, a veces, solo obtendremos intervenciones humorísticas por parte de un solo interlocutor, que el resto no considera como tal o que no sigue, y produce humor fallido. Este estudio del humor fallido desde una perspectiva de género e identidad es lo que nos diferencia de otras propuestas que estudian el humor y el humor fallido, y es lo que observaremos en los ejemplos encontrados en nuestro corpus.
3 Humor y descortesía en la conversación: una relación fallida
Como ya adelantamos, el humor pasa por diferentes fases hasta llegar al interlocutor. El fallo en alguna de sus fases hace que se produzca humor fallido y que, incluso, pueda aparecer descortesía. La descortesía es entendida como un fenómeno discursivo y pragmático (Kaul de Margaleon, 2010) en el que se intenta atacar a la imagen del destinatario a través de recursos lingüísticos, en este caso, humorísticos. Observemos la siguiente figura que ilustra las fases por las que pasa un enunciado humorístico:
Si observamos la figura 1, vemos que la competencia para entender el humor envuelve al resto de elementos, por eso es que, como hemos dicho anteriormente, para recopilar nuestro corpus partimos de la idea de que todos los interlocutores poseen esa capacidad humorística. De este modo, basta que un enunciado humorístico presente marcas o indicadores (jab lines), es decir, pistas que deja el hablante en su enunciado, para que el destinatario sea capaz de interpretarlo de esa manera. Así, estaríamos en la fase de reconocimiento y entendimiento del humor. Tras estas dos primeras fases, encontramos la fase de apreciación que se sitúa a medio camino de la actuación del humor. Esto se debe a que el destinatario en este momento es cuando debe decidir si continúa con el modo humorístico (mode adoption) y, por tanto, pasa a la fase de acuerdo, porque no peligra la imagen del interlocutor, y produce y acepta el humor, o, por el contrario, rechaza el humor y no lo continúa. En este último caso, en el que el destinatario no acepta el humor, porque cree que se ataca a la imagen pública, estaríamos ante un caso de humor fallido. Como observamos en la figura 1, el humor fallido quedaría fuera de la actuación de humor, pero dentro de la competencia humorística que poseen los interlocutores. En las ocurrencias en las que se produce humor fallido, el interlocutor puede iniciar un ataque hacia la imagen pública y, como consecuencia, dar lugar a situaciones descorteses que tendrá que salvaguardar para mantener su imagen. Estas situaciones las veremos en el análisis de ejemplos.

Fases del enunciado humorístico.
Así, la figura 1 ilustra los casos de humor continuado y humor fallido en la conversación. El humor continuado aparece en las ocurrencias cuando los interlocutores tienen competencia humorística, es decir, cuando reconocen, entienden y aprecian el humor, a partir de los ganchos o pistas que les muestra el hablante, y cuando, además, lo comparten, aceptan y continúan con los remates humorísticos, como pueden mostrar las risas del destinatario o la aparición de sucesivos enunciados humorísticos. En cambio, el humor fallido, que es el que estudiamos en este trabajo, se da cuando los dos interlocutores poseen la capacidad humorística, pero uno de ellos entiende una falsa pista en el enunciado o descarta el humor, sin que haya presencia de remate humorístico o risas por parte del destinatario por miedo a que peligre la imagen pública de alguno de ellos. Por tanto, podemos afirmar que existen dos tipos de humor fallido: el humor fallido en el hablante, cuando deja pistas en el enunciado para crear humor, pero su interlocutor no lo continúa; y el humor fallido en el destinatario, cuando es este el que interpreta un falso gancho humorístico. En ambos casos, se pone en peligro la imagen de los participantes que han de proteger.
El humor tiene diferentes funciones en la conversación. De esta manera, cuando utilizamos el humor en el intercambio comunicativo, queremos unirnos a un grupo social, pretendemos mostrar sofisticación, cortesía, descortesía o, incluso, podemos querer convencer de algo. Por tanto, el humor en la conversación tiene unas funciones sociales que nos llevan a afirmar que, cuando lo utilizamos, tenemos una intención comunicativa concreta. Esta idea ha sido tratada en Alvarado (2014), trabajo en el que demostramos que el humor sirve, junto con la ironía y la cortesía, para estrechar lazos entre hablante y destinatario. Aunque, en ocasiones, estos lazos se ven afectados, por ejemplo con el uso del humor, cuando se atacan las necesidades de imagen de los interlocutores.
La cortesía, como parte fundamental del comportamiento social, ha sido tratada por numerosos investigadores. Destacamos, sobre todo, las primeras aproximaciones teóricas, entre las que se encuentran las obras de Lakoff (1973), Brown y Levinson (1978 [1987]) y Leech (1983). Lakoff y Leech, de forma individual, basan su teoría en el Principio de Cooperación de Grice (1975 [1991]) y proponen el principio de cortesía que tiene una relevancia especial. Este principio se basa en la máxima de tacto, generosidad, aprobación, modestia, acuerdo y simpatía. Todas ellas se deben cumplir para que se dé un enunciado cortés. Así, para estos autores la cortesía es un principio regulador de la conducta que se sitúa a medio camino entre la distancia social y la intención del emisor.
Sin embargo, la teoría más influyente hasta el momento ha sido la propuesta por Brown y Levinson, puesto que introduce el concepto de imagen pública (face), que a su vez viene de Goffman (1981), y discierne entre imagen positiva e imagen negativa. Para Brown y Levinson (1978 [1987]), el concepto imagen pública tiene dos caras: la imagen positiva y la imagen negativa [1]. Ante una situación determinada, pongamos por caso, expresar una necesidad urgente (pedir un bolígrafo), una persona que haya decidido expresarla puede elegir entre no hablar (buscarlo desesperadamente en el bolsillo para hacer ver al otro que no lo encuentra) o hablar; y en el caso de hacerlo, puede elegir a su vez entre hacerlo indirectamente (off record) o hacerlo directamente (on record). Cuando la persona decide hablar directamente para expresar esa necesidad concreta, puede optar de nuevo entre actuar directamente y hablar sin rodeos (bald on record), o puede utilizar estrategias mitigadoras que hagan más amigable su requerimiento. Estas estrategias, que ponen en funcionamiento mecanismos corteses (face saving acts), pueden incidir sobre la imagen positiva (cortesía positiva) o sobre la imagen negativa (cortesía negativa). Consideramos que la imagen positiva[2] es aquella que el individuo tiene de sí mismo y que aspira a que sea reconocida por el resto de los miembros del grupo, mientras que la imagen negativa[3] se refiere al deseo de cada individuo de que sus actos no sean coartados por los demás, es decir, que sus acciones no sean impedidas y que, en consecuencia, se afiance su derecho a la individualidad. Dicho de otra forma, la imagen negativa es la necesidad de ser independiente, y la imagen positiva es la necesidad de estar conectado con los demás por empatía. Según esto, el hablante desarrolla estrategias conversacionales que le sirven tanto para mantener su imagen positiva, como para defender su imagen negativa de las posibles amenazas del destinatario.
Por otra parte, afirma Bravo (2003: 101-102) que
la cortesía es siempre una estrategia para quedar bien con el otro ya sea manifestada como un objetivo primordial (por ejemplo un saludo, un agradecimiento, un halago) ya sea que se trate de una atenuación de algo que puede hacer quedar al hablante como rudo y descortés frente a sus interlocutores (una crítica inapropiada) o de ser particularmente amable con el objetivo de obtener beneficios extrainterlocutivos.
La cortesía como fenómeno social tiene una gran repercusión en el lenguaje y en las categorías pragmáticas (Bravo, 2003; Bravo y Briz, 2004). No debemos olvidar que tanto el hablante como el destinatario son seres sociales por naturaleza y que su papel en la conversación va a estar marcado por el uso de estrategias que atestigüen las relaciones sociales entre ellos para evitar posibles amenazas en su imagen pública. De ahí que la cortesía se produzca siempre en una interacción en la que el destinatario participa interpretando que su hablante quiere ser cortés; de igual modo ocurre con el fenómeno de la ironía o el humor. De este modo, la mayoría de las estrategias conversacionales que se utilizan en los casos de humor fallido están directamente relacionadas con la cortesía y con la imagen de los interlocutores. La cortesía es una estrategia conversacional que se utiliza para evitar conflictos y mantener buenas relaciones entre los individuos de una sociedad, mientras que el humor hace peligrar esa relación cuando se ataca a la imagen de los interlocutores. De ahí que el humor fallido se relacione con la descortesía, como ya hemos mencionado anteriormente.
Culpeper (1996) o Hay (2000), entre otros, enumeran estrategias que se producen en el intercambio conversacional humorístico que están relacionadas tanto con la cortesía como con la descortesía, según el contexto en el que se producen como, por ejemplo, la gestión social, la afiliación al grupo conversacional, entre otras. Por su parte, Archakis y Tsakona (2005) manifiestan que las funciones sociales más comunes del humor son la solidaridad y la identidad de grupo.
Algunas de estas estrategias aparecen en nuestro corpus, y consideramos que hay diferencias en cuanto a la implementación de las mismas, según la identidad de género y del papel que desempeñen en la conversación. En resumen, encontraremos diferencias en cuanto al uso de humor fallido entre hombres y entre mujeres. Partiendo de esta hipótesis, nuestro objetivo es mostrar cuáles son las estrategias lingüísticas y contextuales que se producen en los enunciados de humor fallido en conversaciones entre hombres y mujeres. Así, estudiaremos los procedimientos que unos y otros utilizan en el enunciado humorístico fallido como protección de imagen y cómo estas estrategias sirven para construir su identidad. Por eso, a continuación, nos centramos en la identidad de género, y en el papel del hombre y de la mujer en la conversación.
4 Humor e imagen social: El hombre y la mujer en los enunciados humorísticos conversacionales
A lo largo de la historia de la lingüística han sido muchos los investigadores que han tratado de buscar la identidad de género y unas características propias del lenguaje de los hombres frente al de las mujeres. Esta cuestión ya interesaba a Lakoff (1975), ideas que recoge de sus antecesores Jespersen (1922) y Trudgill (1972), entre otros. Para estos autores, dominados por el contexto sociocultural que les rodeaba, la mujer no tiene sentido del humor porque no entiende el remate humorístico de las bromas (Lakoff, 1975: 56), por lo que la mujer se situaba en un plano intelectual inferior al hombre. Tal vez influenciada por su papel en la sociedad, la mujer, frente al hombre, ha establecido diferentes modos y comportamientos ante el humor, hecho que ha cambiado a lo largo de los años, tal y como veremos en el corpus. Lakoff es pionera en el estudio de la imagen social de la mujer, ya que realiza un estudio de la mujer norteamericana en la sociedad de clase media. En él, observa que en el intercambio conversacional hay un poder masculino institucionalizado, puesto que la mujer se encuentra subordinada a la fuerza y a la agresividad del decir del hombre. Lakoff afirma que los recursos lingüísticos que utilizan las mujeres en el intercambio conversacional con hombres son interjecciones, reacciones fáticas o fórmulas rutinarias, en los que se aprecia que la mujer tenía vedado el uso de la palabra fuera del ámbito privado. Gracias al estudio de Lakoff, los investigadores apreciaron la necesidad de estudiar las formas de comunicación femeninas y la valoración social de estas.
En todos los estudios, se observó que la mujer se veía coartada por la figura del hombre. Así, por ejemplo, Santaemilia (2002: 104) enumera tres factores que influyen en el género y la conversación: el déficit, que tiene que ver con la falta de autoridad que tiene la mujer en la conversación con respecto al hombre; el dominio, que es un privilegio del hombre para poder interrumpir el discurso de la mujer; y la diferencia, que tiene que ver con la visión distinta del mundo que tienen estos dos géneros. Sin embargo, en nuestro corpus comprobaremos que estos factores afortunadamente no siguen vigentes en la actualidad, puesto que la mujer está totalmente integrada en el mundo laboral, ha adoptado las normas del discurso masculino y las ha hecho propias (interrupciones, lenguaje directo, bromas, etc.). Al tiempo, las teorías sobre el humor en las mujeres han evolucionado, como en Suderland y Litosseliti (2002), que desarrollan la identidad de género en el análisis del discurso y en la construcción de papeles sociales caracterizados por la condición social y cultural.
En esta misma línea, Kotthoff (2006: 21) muestra la unión entre género y humor, y lo relaciona con el nivel sociocultural. Afirma que las mujeres con nivel sociocultural bajo realizan humor como los hombres, mientras que los hombres con nivel socio-cultural alto crean humor como si fueran mujeres. Otros investigadores, como Mills (2005: 276) o Bell (2009b: 158) afirman que algunos casos de humor pueden actuar directamente sobre la imagen del interlocutor, por ejemplo, si se utilizan para interrumpir la conversación, puesto que este hecho puede alterar el comportamiento esperado. Por eso, para producir humor es necesario empatizar con nuestro interlocutor, crear un ambiente de confianza y saber cómo va a reaccionar ante el enunciado humorístico.
Por tanto, asumimos que tanto hombres como mujeres tienen la misma capacidad para producir y entender el humor en la conversación, sobre todo, cuanto mayor sea la familiaridad y la cercanía entre los interlocutores, ya que de este modo se dan las condiciones adecuadas para que haya mayor probabilidad de seguir el humor en la conversación. Sin embargo, en nuestro corpus de enunciados en los que aparece humor fallido, observaremos que se llevan a cabo unos procedimientos lingüísticos en los que los interlocutores deciden no seguir el humor para evitar la descortesía y el ataque a la imagen, por lo que habrá unas diferencias en cuanto al uso del humor entre hombres y mujeres.
5 Análisis del corpus
Como ya hemos dicho, nuestro corpus de humor se ha extraído del corpus de referencia de conversaciones coloquiales de Briz y el grupo Val.Es.Co. (2002) y del corpus en proceso de digitalización de los mismos autores. Nuestra selección de ocurrencias está basada en contextos en los que no se completan las cuatro fases del humor descritas en la Figura 1, junto con el criterio de aparición de las risas de manera explícita, tal y como sugiere Norrick (1993: 388) para enunciados conversacionales, ya que es el signo más adecuado para mostrar la presencia de humor en el corpus de conversación. Por ello, hemos extraído enunciados de humor fallido o de falta de continuidad del contexto humorístico por la ausencia de risas, tanto entre hombres como entre mujeres.
De todo el corpus, hemos analizado un total de 84 minutos de grabación y 6 conversaciones entre jóvenes, entre 18 y 25 años, en las que hemos encontrado 37 ocurrencias de humor fallido: 11 pertenecen a conversaciones entre mujeres, 11 a conversaciones entre hombres y 15 a conversaciones entre hombres y mujeres. A continuación, ilustraremos las funciones del humor fallido con ejemplos del corpus.
En (2), varias interlocutoras dialogan sobre qué hacer en caso de que la abuela de una de ellas enferme, ya que no tiene carné de conducir y sus amigas consideran que es fundamental tenerlo para casos de urgencia como este:
C: | [¿llamar a quién?]§ |
B: | §a una ambulancia§ |
C: | §sí ¿cómo? / telepáticamente ¿no? correguent |
A: | (RISAS) |
B: | la bajas (()) |
C: | vale↑ pero ¿cómo? corriendo no es lo mismo [que (yendo) en coche (())] |
B: | [no peroo yo qué sé/tampoco te puedes dejar aquí]= |
C: | ¿sabes?§ |
(Corpus Val.Es.Co., digital [146.A.:299-309])
En (2), B y C dialogan sobre la manera de proceder en caso de urgencia para la abuela si no tienes el carné de conducir. La intervención que produce C (sí ¿cómo?/telepáticamente ¿no? corriendo) es interpretada por A como un jab line humorístico por la introducción del catalán en la conversación correguent y por la interpretación literal de A en telepáticamente, como muestran sus risas, cuando en realidad no es una intervención humorística, porque ningún interlocutor continúa el humor y siguen manteniendo una conversación seria sobre la enfermedad de su abuela, como muestran las siguientes intervenciones. Por tanto, este falso jab line, que ha producido erróneamente C, hace que A se tome con humor un enunciado que no es humorístico para el resto de miembros de la conversación, mientras que A se ha equivocado al reírse porque el contexto en el que lo hace no se debe interpretar como una broma, por lo que sus risas ponen a su imagen en peligro con respecto al grupo conversacional, ya que lo pueden entender como un acto descortés que dañaría la imagen de su abuela. De ahí que A no continúe el humor y opte por el silencio como modo de reparar su imagen hacia los demás, y se vuelve al tema serio (Hay 2001: 71).
El silencio como forma de respuesta ante enunciados potencialmente humorísticos ha sido estudiado por autores como Hay (2001), Norrick (2003) o Priego Valverde (2009), que afirman que el silencio se interpreta como falta de acuerdo con el enunciado. Para nosotros, el silencio se utiliza como una estrategia conversacional relacionada directamente con la cortesía, puesto que sirve para salvaguardar la imagen del interlocutor, que se ha visto dañada por la emisión o la interpretación de un falso enunciado humorístico (un jab line erróneo), como observamos en (2). Pero, además del silencio, existen otras estrategias conversacionales que se utilizan para salvaguardar la imagen del interlocutor como, por ejemplo, el cambio de tópico conversacional, que aparece en la mayoría de las ocurrencias encontradas, o la vuelta al tema serio. Veamos el siguiente ejemplo, (3), en el que A, chica, y C, chico, son pareja y están dialogando con B, una amiga de ambos, sobre un trabajo de clase que deben realizar. Previamente a este intercambio conversacional, C ha apretado la nariz de su novia A, que se resiente todavía porque le ha hecho daño:
A: | ¡cómo no tengo tocha↑ ni NAÁ!/// (((cuándo podré↑-)) cuidao que llevo yo la grabadora) |
C: | [como no] tengo tocha ni naa |
B: | ¡tía! ¡los folios! |
A: | ¡hostia! [que se han ensusiaoo↑] |
B: | ¡qué PATOSO eres!§ (RISAS) |
A: | § ¿tú tien- tú tienes↑ lo- el trabajo↓ verdad? |
B: | ¿el trabajo↓ de qué?§ |
A: | § de coloquial/ ¿lo tienes tú↓? |
B: | ¿el de teórico?/ sí/// (3”) y eso |
(Corpus Val.Es.Co., digital [174 A.1:129-140])
En (3), B introduce un enunciado humorístico (jab line) en el que insulta a C con un tono más elevado y con sus risas explícitas para hacer referencia a la mala suerte que tiene C (¡qué PATOSO eres!§), ya que ha ensuciado los folios que se iban a utilizar para hacer el trabajo y, además, le ha hecho daño a su novia pellizcándole la nariz. Sin embargo, como la imagen de C se ve dañada por ese comentario de B, ni A ni C continúan el humor, a pesar de que lo reconocen, pero ninguno de los dos reacciona al humor, por lo que se produce humor fallido, y A cambia de tema para salvaguardar la imagen de su novio con la intervención ¿tú tienes el trabajo, verdad? De esta manera, con el humor fallido se cambia el tópico conversacional como una estrategia de protección de imagen hacia el interlocutor presente, y evita la descortesía.
En (4), aparecen varias participantes y dialogan también sobre el trabajo de una asignatura de la carrera que tienen que realizar, pero en el último momento el profesor ha decidido cambiarlo y esto produce la siguiente conversación:
B: | §nosotros también [tenemos que presentar uno] |
C: | [el abuelete ↑ tía↑] nos ha hecho cambiar las plantillas del test |
B: | vaaya↑ |
C: | ahora tengo que- lo que pasa que- porque no las veía bien y- (risas) y se trabucaba en el ordenador↓ introduciéndolas / y ahora tendré que hacer otra vez todo el trabajo§ |
A: | §tía no sé qué hacer↓ si tomarme un- un café o qué/ estoy→ [me he quedao hecha polvo] |
(Corpus Val.Es.Co., digital [146.A.1:260-268])
En (4), varias compañeras de piso dialogan sobre las asignaturas que están cursando cuando una de ellas, C, introduce un gancho humorístico (el abuelete↑ tía↑) para referirse al profesor, ridiculizando su imagen (nos ha hecho cambiar las plantillas del test - porque no las veía bien y-), como muestran también sus risas en el enunciado, con la intención de que sus interlocutoras le sigan el modo humorístico, para afianzar los lazos entre ellas, pero no lo consigue porque ellas deciden continuar con el tema serio. De este modo se produce el humor fallido en el hablante, ya que ninguna muestra acuerdo con el enunciado y no reproducen las risas, por ejemplo. Las interlocutoras consideran más importante ver si es la hora de tomarse un café que continuar el humor que ha introducido C en la conversación (A: §tía no sé qué hacer↓ si tomarme un- un café o qué/ estoy→ [me he quedao hecha polvo]). De este modo, cambian de tema y así se evita la descortesía.
En (5), varias amigas dialogan sobre la plaga de pulgas que una de ellas, A, tuvo en su piso de estudiante:
A: | = superemparanoyada con eso/ pero mogollón/ hasta lo de abajo↑// paraa/ lo- d’ese todo// después voy/ me ca-me pongo el otro pijama que tenía limpio/me lo pongo/ me acuesto/después/ me tocó↑/ me pon- y aquí/ yo↑ hasta→/ fíjate tú [lo que hace la psicología=] |
C: | [(RISAS)] |
A: | = que yo/ hasta me notaba erupciones/ o sea/ yo me notaba ya/ el bultito de que me habían picao↑/ y por la mañana no tenía nada/ y yo me tocaba aquí y tenía/ me tocaba aquí que me rascaba/ y tenía también/ me tocaba aquí/ y también tenía/ mira/ hasta las seis de la ma-tía ¡qué no dormí! ↑/ (es) que¡NO DORMí! ¿eh? ↑/ no podía dormir↑/ en la cama→/ a punto de llorar/ digo la despierto§ y hacemos aquí la limpieza a las seis de la mañana// y ya desde ese día/ pues emparanoyá/ mañana limpio la habitación |
(Corpus Val.Es.Co., digital [151.B.:11-22])
En (5), A cuenta que sigue obsesionada con la plaga de pulgas que tuvo en su piso y que no le deja hacer su vida normal. C interpreta la primera intervención de A como un falso gancho del hablante (superemparanoyada…); sin embargo, nadie continúa el modo humorístico, porque lo que A está contando es un tema serio para ella, por lo que C opta por no producir más intervenciones, ya que escucha con atención el resto de intervenciones de A, al igual que hacen todas las interlocutoras. De este modo, al no continuar el humor, no peligra la imagen pública de ninguna de ellas y se afianza el grupo conversacional. Por ello, en este caso, se produce humor fallido en el destinatario, puesto que ha interpretado el enunciado de A como humorístico, cuando no lo es. Así, el silencio de C, tras las risas que nadie continúa, se utiliza como una estrategia conversacional relacionada directamente con la cortesía, ya que sirve para salvaguardar la imagen del interlocutor, que se ha visto dañada por la emisión o la interpretación de un falso enunciado humorístico como un gancho erróneo.
En (6), las mismas interlocutoras de las ocurrencias anteriores siguen dialogando sobre los planes del próximo verano, cuando finalicen el curso:
C: | [yo me voy] a pegar un verano que te cagas↑ el invierno va a ser una mierda lo que este verano me voy pegar un viaje por toda Europa que se va a cagar la perra (RISAS) ((ellaa))/ quiero hacer el Interrail [con] |
¿: | [(CARRASPEO)] |
C: | =una amiga§ |
B: | § pero ¿piensas sacarlo todo en Junio? |
(Corpus Val.Es.Co., digital [151.B.:424-430])
En (6), C habla sobre los planes de verano que se ha propuesto al acabar el curso. Mientras C cuenta sus intenciones, utiliza la expresión coloquial se va a cagar la perra como gancho humorístico, que le produce risas a ella misma, pero no a sus interlocutoras, que están más preocupadas por aprobar todas las asignaturas que por pensar en el verano. En este caso, también se produce humor fallido en el hablante, ya que ha introducido un gancho que sus destinatarios no han interpretado como tal (me voy pegar un viaje por toda Europa que se va a cagar la perra) y que no han compartido, porque no consideran la situación humorística. Así, deciden cambiar el tópico conversacional, tal y como muestra la intervención de B (pero ¿piensas sacarlo todo en junio?), para que no peligre la imagen positiva de C y su integración al grupo.
En las tres ocurrencias anteriores, (4), (5) y (6), producidas por mujeres y extraídas de la misma conversación, observamos que siempre es C la que interpreta y produce los ganchos humorísticos, pero ninguna de sus compañeras sigue el modo humorístico en ningún enunciado. Esto se debe a una cuestión de estrategia conversacional de protección de imagen positiva, ya que todas sus interlocutoras continúan con el tema serio o cambian de tópico para que C no experimente la desafiliación. De este modo, las mujeres afianzan sus lazos como grupo conversacional y no se daña la imagen de C.
En (7), varios amigos dialogan e ironizan sobre el frenazo que pegó B porque se le cruzó un peatón y casi lo atropella mientras conducía su vehículo:
A: | si oigo un frenazo↑ por allí ya sé quién es |
B: | ¡la virgen! [4]/ oigoo |
A: | y di- y digo- pero dije ¡¿quién será el loco ese!?// digo ¡hostias!/ y luego dice pos |
(()) y bailas [5] § | |
B: | § tampoco frené tanto/ tío↑/ lo que pasa es que la chavala está GUILIPOLLAS/ macho// veo↑ que quiere que se pone a cruzar la acera y ya↑ levanto el pie/ ahí/ to despacete/ y la tía↑ pero que me estaba como de aquí a la estufa [6] y me seguía cruzando/ tío↑§ |
(Corpus Val.Es.Co., digital [170.A:174-181])
En (7), varios amigos están quedando para verse al día siguiente cuando A reproduce irónicamente la siguiente intervención como gancho humorístico, si oigo un frenazo por allí ya sé quién es, que hace referencia a que, en el pasado, B casi atropella a una chica que quería cruzar la calle. Ante ese jab line irónico-humorístico, B continúa con las risas, y acepta el humor, adaptando su actitud al mensaje. Sin embargo, el siguiente enunciado descortés de A (y digo pero dije ¿quién será el loco ese?), que continúa con el modo humorístico, ya no es aceptado por B, que ve atacada su imagen positiva y debe defenderse con una justificación que atenúa el mensaje (tampoco frené tanto tío…). De este modo, la segunda intervención de A ha producido humor fallido en el hablante, porque la meta del humor era B, presente en la conversación, que negocia su mensaje para adaptarlo al tema serio como una estrategia de atenuación y de protección de imagen. En esta ocurrencia producida por hombres observamos que al principio se sigue el modo humorístico, pero, en el momento en el que se ve en peligro la imagen positiva de un interlocutor, es este el que decide abandonar ese modo humorístico y volver al tema serio como estrategia de protección.
En (8), varios amigos dialogan sobre la estatura de una persona ausente en la conversación:
A: | ¿uno muy alto? ¿quién sería↑§ |
C: | § el Conejo § |
A: | § o Emiliano/ a lo mejor§ |
B: | § ¿Emiliano alto de qué↑ |
A: | ¿có[mo sería de alto↑] |
B: | [ni física ni mental]mente es alto nano§ |
D: | § como yo/ como nosotros/ más o menos |
A: | entonces muy alto el Conejo/// pero el Conejo nunca ha ido por el Carmen |
(Briz y grupo Val.Es.Co., 2002 [H.38.A.1:136-143])
En (8), los interlocutores dialogan sobre el reconocimiento de una persona, a partir de su estatura, que frecuenta un barrio de Valencia. En este caso, se trata de una persona ausente en la conversación que podría ser Emiliano o el Conejo, tal y como aparece en (8). Los interlocutores están dando información sobre ese aspecto cuando B interpreta un falso jab line (¿cómo sería de alto?) para continuar y adaptar su mensaje al humor con un punch line irónico-humorístico (Emiliano, ni física ni mentalmente es algo) que nadie interpreta como tal, puesto que están más interesados en reconocer al individuo que en producir humor. Así, entre toda la variabilidad de procedimientos lingüísticos que tiene a su disposición, D negocia su mensaje y reorienta su enunciado hacia el tema serio (como yo/ como nosotros/ más o menos), ya que se trata de una prioridad identificar al chico. Por tanto, en este enunciado en el que participan hombres, se produce humor fallido, puesto que el resto decide continuar con el tema serio, y B debe adaptar sus futuras intervenciones a la estrategia común del resto de interlocutores de afiliación de grupo.
En (9), varios amigos dialogan sobre el temario de una asignatura. L y E son mujeres y G, hombre:
L: | § el primer tema es la Biblia↑ tía |
E: | LA BIBLIA ¿qué tienes que decir ahí?§ |
L: | § ju ju↓ yo qué sé |
[pues no sé] | |
E: | [((¿cuántos capítulos tiene?))] |
G: | que si la has leído o no la has leído (risas) |
E: | no sé… bueno yo la Biblia↑ estoy hasta el gorro ya ¿eh?… yo he |
estao OCHO años con la Biblia encima |
(Briz y grupo Val.Es.Co., 2002 [L.15.A.2:323-330])
En (9), varios amigos hablan sobre el temario de una asignatura que tienen y se dan cuenta de comienza con el tema de la Biblia. El enunciado que emite E (La Biblia, ¿qué tienes que decir ahí?) sirve para que G lo tome como un falso gancho y siga con un remate humorístico, tal y como muestran sus risas (que si la has leído o no la has leído). Sin embargo, este remate humorístico no es entendido como tal por E, que sigue el tema serio y responde a su pregunta, por lo que demuestra que no ha reconocido ni apreciado el humor. Este enunciado de humor fallido se utiliza para proteger la imagen de E ante el grupo conversacional, ya que reconoce, entiende y aprecia el humor, pero no muestra acuerdo.
En (10), A, mujer, y dialoga con varios amigos sobre si debe salir a correr con ellos o no porque no está en buenas condiciones físicas:
S: | depende de cómoo… de cómo lo plantees |
A: | mm↓ según también cómo salga la frase↑… asín harán (RISAS) |
¿quién viene a correrse conmigo debajo de un pino↑? ¿no?… (RISAS) | |
me lo voy a (a)puntar en un papel pa(ra) mañana noche↓ | |
ponée(r)lo (RISAS)… y me saca Andrés de una oreja y Jaime de otra | |
¿no? | |
S: | ¿POR qué? aquí estamos curaos de espanto¬(3”) p(u)es ee… |
Gerardo ahora mismo se ha ido a correr | |
J: | sí↓ ahora mismo |
(Briz y grupo Val.Es.Co., 2002 [AP.80.A.1:284-292])
En (10), varios amigos dialogan sobre cómo debe plantear A al resto de sus compañeros que la esperen cuando vayan a correr, ya que ellos corren más rápido que ella. Por eso A retoma las palabras de S, en las que se había inventado un mensaje para llamar la atención de sus compañeros a partir del doble significado del verbo correr (ámbito sexual y deportivo, ¿quién viene a correrse conmigo debajo de un pino↑?). De este modo, A realiza auto-humor que no se ha continuado por ningún participante del intercambio comunicativo para no poner en peligro su imagen en el grupo conversacional.
En (11), los mismos participantes de la conversación anterior dialogan sobre los rayos uva que quiere hacer A para estar bronceada:
A: | MM… ¿cómo son?/ los– los rayos láser d’esos pa(ra) ponerme un |
poquito morena (RISAS) | |
J: | rayos láser no/ rayos láser no/ uva o |
A: | UVA/ eso |
S: | no/ rayos equis/ son… (RISAS) |
A: | ¡ay!/ rayos uva¬ primero… pa(ra) ponerme un poco morena… |
[porque es quee] |
(Briz y grupo Val.Es.Co., 2002 [AP.80.A.1:373-379])
En (11), la confusión de A entre rayos láser y rayos uva da lugar a que S intente realizar humor sobre su interlocutora con otra colocación, rayos equis (no/ rayos equis/ son…), como muestran sus risas, pero no lo consigue porque A continúa con el tema serio como estrategia de protección de imagen (¡ay!/ rayos uva¬ primero… pa(ra) ponerme un poco morena…[porque es quee]), ya que su intención al emitir el enunciado no era humorística. Por tanto, A reconoce y entiende el humor pero no lo sigue, y produce humor fallido.
Como hemos visto, todos los ejemplos de humor fallido que hemos analizado se producen porque hay estrategias de afiliación de grupo conversacional y de protección de imagen positiva propia y del interlocutor que evitan la descortesía. Esto se debe a que en la conversación prima el rasgo de familiaridad y proximidad, que favorece la fluidez y la espontaneidad del intercambio comunicativo, y permite la reparación inmediata de un posible ataque a la imagen pública de alguno de los participantes. En la siguiente tabla resumimos cuantitativamente las estrategias utilizadas por hombres y mujeres:
Las estrategias para eludir el humor en el corpus.
Humor fallido | Mujeres | Hombres | Mujeres y hombres | |
---|---|---|---|---|
Estrategias conversacionales | Silencio | 10.8% | -- | -- |
Cambio de tópico | -- | 13.5% | 16.2% | |
Continúa tema serio | 18.9% | 16.2% | 24.3% | |
Ejemplos analizados | Número total en el corpus | 11 | 11 | 15 |
Número de ocurrencia | (1), (3), (4), (5) | (6), (7) | (2), (8), (9), (10) |
Como hemos dicho anteriormente, nuestro corpus se compone de 37 ocurrencias, aunque en este trabajo han aparecido 10 para ilustrar todos los casos posibles de humor fallido, por eso, en la tabla, los porcentajes que aparecen son del total del corpus. De los resultados obtenidos, cabe destacar que, en el caso del humor fallido en mujeres, estas prefieren optar por el silencio (10.8%) o continuar con el tema serio (18.9%), como modo de protección de imagen, mientras que los hombres seleccionan cambiar de tema (13.5%) o seguir con el tema serio (16.2%). Llama la atención que, en las conversaciones en las que solo participan mujeres, no se ha producido humor fallido con cambio de tema conversacional, esto puede deberse a que las mujeres se sienten más cómodas cuando optan por el silencio o por seguir el tema de la conversación en modo serio. En el caso de las conversaciones entre hombres, ocurre algo similar, ya que anteponen continuar con el tema serio o cambiar de tópico conversacional, antes que optar por el silencio como estrategia de protección de imagen y como estrategia de afiliación en el grupo conversacional. En las conversaciones en las que hombres y mujeres participan de forma activa, los datos se asemejan a las conversaciones en las que solo hay hombres, puesto que se sigue con el modo serio (16.2%) o se cambia de tema (24.3%); esto se debe al papel dominante que quiere mantener el hombre en la conversación.
Por último, en la tabla observamos que la estrategia conversacional de protección de imagen que predomina en todos los casos en los que no se quiere continuar el humor y se produce humor fallido, es la continuación con el tema serio, es decir, el interlocutor reconoce, entiende y aprecia el humor, pero no lo comparte y continúa con el tema serio de la conversación para no dañar la imagen positiva de algún participante. Esto sucede tanto en las conversaciones entre hombres como entre mujeres, y en las que participan los dos géneros.
6 Conclusiones
Una vez llegados a este punto, podemos recapitular las ideas más destacadas del trabajo. El humor fallido en conversaciones entre mujeres se produce, en la mayoría de los casos, para proteger la imagen de las interlocutoras y evitar la descortesía, ya que el grado de familiaridad y cercanía favorece la aparición de la ironía y el humor que puede poner en peligro la imagen positiva de los participantes del acto comunicativo, si alguno de ellos no lo entiende en modo humorístico. Este hecho se produce, sobre todo, con temas relacionados con su vida cotidiana, tal y como hemos visto en (2), (4), (5) y (6). La estrategia conversacional que predomina en el caso de conversaciones entre mujeres es la opción del silencio para evitar la descortesía y el daño a la imagen pública, y la continuidad del tema serio.
Sin embargo, en el caso de las conversaciones en las que aparecen hombres, el humor fallido se da porque se ha utilizado la estrategia conversacional de cambio de tópico o continuación con el tema serio, tal y como aparece en (7) y (8). Estos resultados son similares cuando la mujer y el hombre participan en la misma conversación, ya que el hombre es el que intenta realizar humor, pero no lo consigue porque ataca la imagen de algún interlocutor y produce descortesía, como hemos visto en (9), (10) y (11).
En general, podemos afirmar que, en la conversación cotidiana, las mujeres realizan humor fallido para salvaguardar su imagen pública y evitar la descortesía. Mientras que, en los hombres, el humor fallido aparece para atacar al interlocutor, por lo que la descortesía puede estar presente, y tienen que volver al tema serio o realizar el cambio de tópico conversacional para que su imagen pública no se vea dañada. En las conversaciones entre hombres y mujeres, generalmente, es el hombre el que intenta realizar el enunciado humorístico, pero no lo consigue porque sus interlocutores no lo permiten. Podemos, pues, afirmar que, en el contexto de los casos de humor fallido y dentro del alcance de nuestro corpus, las estrategias para evitar la descortesía y el ataque a la imagen dependen en gran medida de la identidad de género de los participantes en la conversación.
Acknowledgement
Este artículo ha sido posible gracias al Proyecto de Investigación GV/2015/106 “La variable género en textos humorísticos del español y del inglés”, dirigido por M. Belén Alvarado, y al Proyecto FFI2015-64540-C2-1-P “Género, humor e identidad: desarrollo, consolidación y aplicabilidad de mecanismos lingüísticos en español” (2016-19), dirigido por Leonor Ruiz Gurillo.
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© 2016 M. Belén Alvarado Ortega, published by De Gruyter
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