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BY-NC-ND 4.0 license Open Access Published by De Gruyter June 12, 2018

Discurso sobre el populismo en México. Un estudio socio-pragmático

Discourse about populism in Mexico. A socio-pragmatic study
  • María Eugenia Flores Treviño EMAIL logo and José María Infante Bonfiglio

Resumen

Populismo es un término que ha devenido moda en el discurso político contemporáneo, después de que algunos lo creían desaparecido. El término es aún de uso impreciso y se utiliza en diversas realidades discursivas, las que a su vez remiten a diferentes mundos objetivos: ideologías políticas, movimientos y agrupaciones políticas, estilos discursivos y programas de acción política y modos de obrar, tanto en los regímenes autoritarios como democráticos. Una primera parte de este trabajo se destina a un intento de despejar esta selva semántica y tratar de ubicar el uso de los conceptos en su nivel adecuado, buscando definir los componentes que permiten caracterizar a un discurso populista. En alguna de las aproximaciones del populismo éste ha sido caracterizado como ideología, lo que también se analiza.

En un segundo momento se estudian las perspectivas del análisis del discurso político, poniendo énfasis en la práctica de la cortesía y la descortesía en las manifestaciones concretas del discurso sobre el populismo, donde aparece como una forma particular de lograr adhesión afectiva, recurriendo a la construcción de una imagen social del otro o del destinatario favorable o positiva, en oposición al diferente u opuesto. Se analizan discursos de diferentes políticos del hemisferio occidental, tomados de los medios de comunicación, donde se busca ubicar los elementos populistas y el contexto en el que tienen o tuvieron lugar, tratando de analizar los efectos de ese discurso. Se toma en cuenta que en los debates políticos de cualquier escenario alrededor del populismo son más las expresiones de agresividad verbal y descortesía que las derivadas de una actitud de cortesía.

Abstract

Although some people believed that it had disappeared, populism is a term that has become more common in the modern political discourse. The use of the term is still ambiguous and it is used in different discursive realities, which at the same time refer to different objective worlds: political ideologies, movements and political groups, discursive styles and political action programs, and behaviors, in authoritarian and democratic regimes. The first part of this work is intended to try to clear this semantic confusion and aims to place the use of the concepts at their correct level, looking to give a definition to the components that allow the characterization of the populist discourse. In one of our approaches, populism has been characterized as an ideology, and this is also analyzed.

Secondly, we examine the perspectives of the analysis of the political discourse, focusing on the practice of politeness and impoliteness in the concrete demonstrations of discourse about populism, where it appears as a particular way to create an affectional bond, using it as a resort to build a social image of the other or of the receiver that is positive or negative, in opposition to different or contrary. We analyze several political discourses from the Western Hemisphere that were extracted from the media by trying to locate the populist elements therein and the context where they come from, seeking to analyze the effects of that discourse. It is also taken into account that political debates in any situation around populism are more likely to be verbally aggressive and impolite than those that come from a courtesy attitude.

1 Introducción

Democracia alude al pueblo o a lo popular, como única fuente de poder legítima para un sistema político. Sin embargo, la forma en que el pueblo se asimila a las instituciones de gobierno es motivo de debate; para el caso de las elecciones de representantes y gobernantes, hay una dimensión aritmética, por la cual una fracción, aunque sea mayoritaria, se toma como totalidad. La sinécdoque, considerada en todas partes como una operación válida, oculta, según Rosanvallon (2010), una insoportable mentira. Con la aparición del sistema de partidos, condición que no había sido contemplada en los primeros teóricos de la democracia, la polémica por conseguir ubicarse como los auténticos representantes del pueblo acentuó las rivalidades y alimentó imaginarios. La perspectiva procedimentalista canceló el debate, pero no lo solucionó.

Definimos los componentes que caracterizan al discurso sobre el populismo (de Ípola, 1982; Laclau, 1978, 2005), ubicamos los elementos populistas y el contexto en el que tienen o tuvieron lugar, y los efectos de ese discurso. Específicamente revisamos la (des)cortesía (Bravo, 2005, 2009) en el discurso populista y sobre el populismo para distinguir la construcción de la imagen social (Goffman, 1967, 1986), su interacción (Hernández Flores, 2004, 2013; Amosy, 2016) [1] e imaginarios (Pêcheux, 1970) en actividades descorteses (Kaul de Marlangeon, 2005, 2006).

Nuestras preguntas guía son: 1.¿Cuáles son los elementos populistas en los discursos de los políticos mexicanos? 2. ¿Qué actividades (des)corteses se identifican y de qué recursos se valen? 3. ¿Cuáles son las estrategias del discurso político implicadas? 4. ¿Qué impacto tienen en la imagen social de los referidos?

La comunicación en la política no se restringe al lenguaje, la determina el poder social y “los sistemas de comunicación usados reflejan y representan esas formas de intercambio de poder” (Flores e Infante 2014, p. 57), previstas en los marcos sociales de referencia (Goffman, 1986, p. 22) desde los cuales anticipamos las posiciones sociales de los otros para la interacción.

Este trabajo pertenece al Proyecto Discurso político, cuyo corpus son unos 600 discursos de políticos mexicanos publicados en los medios (desde 2008 hasta esta fecha) [2]. Para este estudio, la muestra son artículos informativos, artículos de opinión y discursos, aparecidos en los medios mexicanos (El Norte y Grupo Reforma Servicio informativo[3] entre 2012 y 2017) seleccionados por el tema en estudio, y por su representatividad como expresión de políticos con poder en México (presidentes, expresidentes, senadores, dirigentes políticos y sociales; del oficialismo y la oposición) [4]. La coyuntura temporal no restringe su aparición a un momento determinado de la dinámica de esa sociedad de discurso [5], sino que han sido expresados sin temporalidad política específica (pre-campañas, campañas y debates, al asumir el puesto, durante el ciclo de gobierno y otros momentos), ya que en el país los políticos usan el término populismo/populista como arma de ataque contra su rival.

Tabla 1:

Tesis de Laclau.

a) el estudio de la supervivencia del término ‘populismo’ en los análisis políticos, lo cual podría deberse a su vaguedad e imprecisión. Según de Ípola, para Laclau el término populismo alude a un fenómeno real, pero su polisemia es un indicador de la dificultad para delimitar el fenómenoque se intenta describir o analizar.
b) los diversos fenómenos históricos que en el mundo han sido calificados como populistas y las diversas interpretaciones de estos fenómenos, obviamente discordantes y por lo tanto de imposible correspondencia con un recorte empírico.
c) las diferentes interpretaciones del populismo, como movimiento o ideología, que Laclau termina descartando por incompletas o incoherentes.
d) las posibilidades de considerar el populismo como ideología y a la vez como movimiento, lo cual permitiría construir una teoría explicativa del fenómeno.
e) desechar la posible objeción de lo ideológico como derivado y secundario y asumir la determinación de clase de las ideologías
Tabla 2:

Las tesis de Müller.

1. El populismo no es la presentación auténtica de la moderna democracia ni tampoco un tipo de patología causado por ciudadanos irracionales. Se trata de la sombra permanente de la política representativa. Siempre existirá la posibilidad de que un agente hable en nombre del ‘pueblo real’ como un modo de enfrentamiento a las elites poderosas del momento. Dado adopta como postulado que el populismo sólo puede existir en los sistemas representativos, no se debería hablar de populismo en la Grecia clásica. Toma el populismo como un tipo de discurso que sólo podría darse en la competencia electoral y en gobiernos sometidos a escrutinio de los votos, pero ignora que el discurso populista como modo de adulación a las masas para obtener apoyo a ciertas causas o programas. Los populistas no se oponen al principio de representación política; solo se presentan como los únicos representantes legítimos.
2. Quien quiera que critique a las élites no se convierte por ello en populista. Adicionalmente a su reclamo antielitista, los populistas con antipluralistas. En su discurso demandan ser los únicos representantes del pueblo; todos sus competidores políticos son ilegítimos, y quienquiera que no los apoye forma parte del sector antipopular. Cuando se encuentran en la oposición, los populistas insisten permanentemente en que las élites son inmorales y que solo el pueblo se comporta moralmente.
3. Los populistas reclaman el bien común perseguido por el pueblo, de allí que construyan una representación simbólica del ‘pueblo auténtico’ de la cual se infiere después la política correcta.
4. Aun cuando los populistas reclaman a menudo los referenda, no se trataría de un ejercicio de auténtica democracia sino de la búsqueda de confirmación de lo que ellos han determinado como la voluntad del pueblo. El populismo no es la vía para una mayor participación política.
5. Los populistas pueden gobernar, y están dispuestos a hacerlo en función de su idea básica de que solo ellos representan al pueblo. Estas prácticas encuentran una justificación moral explícita en la imaginación populista; están dispuestos a conducir a serios conflictos constitucionales en algunos aspectos.
6. Los populistas podrían ser criticados por lo que son –un peligro para la democracia- pero eso no significa que no se debería entablar con ellos un debate político.
7. El populismo no es un correctivo para la democracia liberal representativa, pero puede ser útil en esclarecer qué proporción de la población carece de representación, pero ello no justifica el reclamo de los populistas de ser los únicos representantes legítimos de la población.
Tabla 3:

Rasgos del populismo por frecuencia de aparición.

RASGOS DEL DISCURSO POPULISTA% APARICIÓN
Un movimiento político más o menos homogéneo en su composición social, siempre identificado con los que no pertenecen a las élites y con un líder.14%
Un estilo de discurso político con o sin efectos de performatividad: anti elitista, anti intelectualista y anti sistema con elementos ideológicos confusos.
El uso continuo de métodos clientelares que utiliza el apoyo de las bases populares como base de legitimación.10%
Una estructura de apoyo policlasista que descansa especialmente en sectores subalternos.
Una patología del sistema político, desarrollada a partir de actos específicos o como resultado de dinámicas históricas no previstas.9%
Un fantasma que no se define pero al que es preciso combatir y eliminar
Un agente político, líder o no de un movimiento político, un programa político de un partido o gobierno, con o sin tradición de movimiento.5%
Una movilización política asentada en una relación directa entre el líder y las masas y que prescinde de las formas institucionales de mediación.
El ejercicio de un liderazgo personalista, aunque no carismático, y con rasgos paternalistas

Como estrategia metodológica revisamos el objeto de estudio desde dos perspectivas: a nivel macro, las instituciones del sistema político, y a nivel micro, las interacciones de sus agentes. Elegimos 14 discursos por presencia del tema. Segmentamos las transcripciones en que aparecieran los rasgos del populismo y obtuvimos las microestructuras semánticas (Van Dijk, 1980) para localizar los actos de habla (Austin, 1981), la unidad operativa. Elegimos los segmentos y con Bravo (2005, 2009) y Kaul de Marlangeon (2005, 2006) examinamos las estrategias (des)corteses; para el estudio de la imagen nos sustentamos en Goffman (1967, 1986) y Hernández Flores (2004, 2013), y para los imaginarios en Pêcheux (1970)[6], Charaudeau (2009)[7] y de Amossy (2016), retomamos la integración de esos conceptos al ethos. Explicamos los recursos semánticos, retóricos y morfosintácticos y las estrategias del discurso político (Chilton y Schäfner, 2000) en que se sustentan la ideología populista y la descortesía. Revisamos las acciones argumentativas con base en las infracciones de las reglas de una discusión crítica (van Eemeren y Grootendorst, 2001, van Eemeren, Garssen, Krabbe, Henkemans, Verheij, y Wagemans, 2014), y, con Casino y Lodge (2007), Dockendorff y Kaiser (2009), los rasgos y alusiones al populismo [8].

2 Breve esbozo: populismo y demagogia

El término populismo ha reaparecido con mayor frecuencia en los medios de comunicación y parece haber una relación directa entre la cantidad de referencias y la ambigüedad o confusión de su uso. Se habla de oleada populista, candidatos populistas, programas populistas, y a veces simplemente de populismo, sin que quede claro de qué se está hablando. Abajo esquematizamos [9] la propuesta de Casino y Lodge (2007), quienes sugieren que entre otras cosas, populismo, puede aludir a los aspectos que colocamos en el Esquema 1:

Esquema 1: Referentes del populismo (adaptado de Casino y Lodge, 2007).
Esquema 1:

Referentes del populismo (adaptado de Casino y Lodge, 2007).

En todos los casos se agrega una carga afectiva a los juicios, así que puede evocar sensaciones de ira o enojo o sus contrarias: de agrado, satisfacción o atracción (Casino y Lodge, 2007). Los modelos teóricos pueden incluir dos o más de estos elementos pero no todos; asimismo, ciertos teóricos niegan alguno de estos rasgos como características de alguna forma de populismo, es decir, por ejemplo, que el populismo no implica alguna patología del sistema político (Müller, 2016).

Al inicio de las primeras fórmulas e instituciones democráticas, el debate sobre la capacidad del pueblo para gobernarse por sí mismo planteaba un problema que sería central en la definición de todo populismo, el de las maneras y procedimientos en que el pueblo puede aparecer en el gobierno democrático. Se acuñaron los términos que expresarían las relaciones, buenas y malas, entre pueblo, gobierno y democracia. Demagogia aparece por primera vez en la comedia Los caballeros de Aristófanes (Pazé, 2016). Las opiniones platónicas sobre la democracia eran negativas (Bobbio, 1987; Platón, 2008); en Gorgias (Platón, 1983) se utiliza una metáfora para oponerse a la participación del pueblo en el gobierno, diciendo que así como una persona que no sea médico no puede hablar de enfermedad, así tampoco el pueblo puede hablar de gobierno.

Platón (2008, pp. 477–480) establecía una distinción entre conocimiento científico e ignorancia y colocaba una categoría intermedia, la de la opinión: espacio intermedio de aquellos que opinan acerca de todo, pero no conocen nada acerca de lo que opinan; de una clase diferente de aquellos que Platón denomina filósofos, que son quienes deben gobernar la polis. Según él, la democracia surgía cuando los pobres victoriosos matan a unos y destierran a otros y hacen partícipes a los demás de la gestión gubernamental (Platón, 2008, 557a).

Aristóteles (2008, 1292) habla de las formas de democracia, señala que hay una, donde el soberano es el pueblo y no la ley, ello ocurre como consecuencia de la acción de los demagogos. En este régimen se ejerce un poder despótico, donde los demagogos adulan al pueblo y consiguen una gran influencia, controlan la opinión del pueblo y el pueblo les obedece. Como para Aristóteles allí donde no mandan las leyes no hay república, no tendríamos aquí una democracia en sentido propio. El estado de derecho es entonces una condición esencial para la existencia de la democracia. Mientras que para Platón la opción a la demagogia es el gobierno de los técnicos, para Aristóteles la opción es el gobierno del pueblo dentro de los límites de la ley. Es evidente que puede presentarse la demagogia en la dinámica de cualquier sistema político, pero solo en la democracia es cuando tiene efectos profundos. Con Pazé (2016) enunciamos que la demagogia acompaña a la democracia como una sombra constante.

Demagogia ha sido utilizado como adjetivo o como sustantivo a través de la historia en variadas ocasiones para referirse no solo al campo político sino a otros; en la ciencia política moderna (Fedel, 1992) se habla de demagogo para designar a un líder político que influye en las decisiones de las asambleas populares mientras que demagogia son las acciones oratorias o actos de habla con las cuales el líder consigue aquel resultado.

Con Delsol (2015), los primeros populistas (sin ese nombre) de la historia serían los tiranos griegos de los siglos -VII y -VI, ya que en su accionar podemos encontrar analogías con el fenómeno populista actual. Esos gobernantes tomaron el poder aprovechando crisis alimentarias o peligros que provenían del exterior, exagerando su importancia y apelando a un discurso no exento de ambigüedades, como ya lo señaló Aristóteles (2008, V, 10, 1310b). Este autor agrega que la mayoría de los tiranos han surgido de demagogos que se ganaron la confianza del pueblo calumniando a los notables, un rasgo que se repite en muchos de los líderes populistas de la actualidad. Según Hermet (2008), Aristóteles creía que el gobierno del pueblo por el pueblo corría el riesgo de caer en manos de los demagogos, así que el buen gobierno debería ser mixto, abierto a las necesidades y expectativas de las masas populares, pero conducido por la élite de los más capacitados. Según Hermet (2008) la incorporación de las necesidades de los pobres a las políticas gubernamentales fue introducida por Solón (-596).

Pericles instalaría una democracia extrema (-443 y -429), incorporando a todos los ciudadanos considerados socialmente iguales. Para los griegos el sorteo constituía la regla de oro del igualitarismo, ya que la elección implicaba hacer una distinción entre una minoría y una masa pasiva. El problema fue la historia, ya que después de Pericles la población cayó bajo la demagogia de dirigentes mediocres y de intelectuales igualmente cautivadores.

Por ello, podemos decir, que mientras demagogia existe desde el periodo clásico griego, el término populismo parece haber aparecido en los últimos años del siglo XIX en Rusia y los Estados Unidos (Pazé, 2016). A pesar del tiempo, su definición teórica y su ubicación en la teoría social sigue siendo causa de dificultades y problemas. Probablemente, porque el término se usa más para descalificar y porque aquellos que lo usan de este modo suelen hacer lo mismo que quienes quieren refutar o desacreditar a otro a quien se ve como enemigo: se fabrica un imaginario a modo, para anular el pensamiento del otro. El término populista está connotado muy ampliamente y por eso mismo, resulta ambiguo sin una aceptación de validez universal (Pantelimon, 2017).

Con Incisa (1991), el término populista se asigna a las fórmulas políticas en las que el pueblo, considerado como un conjunto social homogéneo y como depositario único de valores positivos, se convierte en la fuente principal y en objeto constante de referencia. No se trataría de una elaboración teórica sistemática y presenta una adaptación casi automática a otras doctrinas a veces divergentes; las definiciones suelen presentar la misma ambigüedad conceptual que el término.

En la democracia moderna -finales del siglo XVIII- el debate teórico y las discusiones sobre las formas prácticas de inserción del pueblo en el sistema político presentan un continuo sin solución. Sartori (2007) subraya que ya en el siglo –V se daban muchas interpretaciones del demos. Y añade que en la actualidad podemos encontrar como mínimo seis interpretaciones sobre el concepto en la práctica política: El pueblo como todos; como una mayoría plural; como las masas de los desafortunados; la multitud de los desposeídos; como una totalidad orgánica, homogénea y conceptualmente indivisible; como un principio mayoritario absoluto, -la metonimia a la que ya nos referimos- y el pueblo como un principio mayoritario relativo, aunque imponga a los demás esa mayoría. Salvo en el segundo caso, los populismos tienden a usar una o varias de las otras ideas como argumento justificatorio, como veremos. Cada una de esas acepciones, por otra parte, puede ser discutida mediante argumentación racional. Populismo, por su parte, posee una etimología confusa y una carga emotiva asociada en las lenguas romances (Ledroit, 2011). Se debe a que ‘pueblo’ tiene dos sentidos: demos y populus. En su versión griega, se trataría de un uso noble y nostálgico, mientras que en la latina es un término plebeyo y reprimido. Ledroit (2011) asevera que esa ambigüedad traduce la diferencia entre el principio político y la realidad sociológica. La polisemia del término no ha impedido su uso extenso e indiscriminado en el discurso político.

2.1 El populismo en América

En 1870 surgió un movimiento político en los Estados Unidos, centrado alrededor del Partido Populista, por aquellos que se sentían oprimidos por la deuda y abandonados de las promesas de tierra barata y bajas tarifas ferroviarias (McLean y McMillan, 2003). El Partido del Pueblo presentaba en su programa de 1892 una serie de proposiciones relativamente simples, reclamando atención a las catástrofes económicas sobre las cuales no tenía responsabilidad; se atribuía al pequeño productor rural una superioridad moral, integrante de una de las dos mitades en que estaba dividida la sociedad: el ‘pueblo’ cuya fuente de subsistencia era su propio trabajo, y los especuladores que usufructuaban el trabajo ajeno. Aunque hay ciertas similitudes en el discurso, los populistas no asimilaron las teorías del marxismo con relación a la economía y la política. Parece, sin embargo, que entre los escritores populistas se infiltraron versiones paranoicas o conspirativas del orden social, señalando la existencia de ciertas fuerzas o grupos ocultos que manipulaban a su antojo los beneficios derivados del esfuerzo de los trabajadores. El Partido Populista, de todas maneras, tuvo un moderado éxito electoral y nunca pudo alcanzar una presencia importante en los órganos de gobierno. Para Lipset (1987), el movimiento populista estadounidense es el resultado del desarrollo del capitalismo industrial, en el que grandes sectores de la pequeña burguesía y de sectores populares se sumaron a la demanda por controlar a los grandes trusts, a los ferrocarriles y a los bancos, sectores dominantes de las empresas. Entre sus características, se presentaba una ideología xenófoba y antisemítica y la creación de una democracia lo más directa posible, introduciendo figuras como el referendum y la iniciativa desplazando a todo lo que impedía que el pueblo actuara por sí mismo.

En general, en América latina el populismo ha atraído a los que se sienten desplazados: los migrantes y obreros industriales de los años 50 y 60 del siglo pasado, los sectores de clases medias que han quedado fuera de los beneficios de la globalización a fines del siglo XX y en este siglo. Se argumenta que el ascenso del populismo se debe al fracaso de otras políticas: “Los internacionalistas liberales debemos seguir desmontando las mentiras demogógicas de los populistas antiliberales como como Trump, Nigel Farage y Jaroslaw Kaczynski” (Ash, 2016).

2.2 Rasgos del populismo

Dockendorff y Kaiser (2009) toman la caracterización formulada por Roberts para sintetizar en cinco los rasgos básicos fundamentales que caracterizarían el populismo, los colocamos en la Figura 1:

Figura. 1: Rasgos del populismo.
Hemos asignado siglas a cada rasgo, para favorecer el reporte de resultados en el apartado correspondiente.
Figura. 1:

Rasgos del populismo. [10]

A esos rasgos, agregamos (*) una construcción discursiva cuyo núcleo es la oposición pueblo/oligarquía o, más ambiguamente, nosotros y los que mandan.

El populismo sería una actitud favorable a la completa satisfacción de los deseos del pueblo, en contra de sus reales intereses (Drămnescu, 2017), una forma de cortesía fingida, o también, se trataría de una mentira que solo tendría como objeto agradar afectivamente a un grupo de ciudadanos. Esta idea del populismo favorece la presentación del otro o destinatario como positiva, es una estrategia de cortesía (Hernández Flores, 2004, 2013); sin embargo, esta cortesía hacia un grupo imaginario provoca inevitablemente descortesía hacia los excluidos, de manera que implícitamente al acentuar una atracción afectiva hacia este conjunto, se rechaza al opuesto. Así, la incidencia del marco enunciativo sobre los interactuantes y el tercero (Charaudeau, 2009) en la co-construcción del sentido [11]; las actividades de imagen y su efecto social (Hernández Flores, 2013) la direccionalidad, que se relaciona con quién es el hablante, el destinatario y otros posibles interactuantes, cuyas imágenes son (significativamente) afectadas por el comportamiento comunicativo; el concepto de modalidad, relacionado con el tipo de efecto (positivo, negativo o neutro) que tiene ese comportamiento sobre la imagen, en este caso, de quienes elaboran un discurso populista y viceversa, de los posibles destinatarios de ese discurso, enmarcan el proceso. También el ethos discursivo como indisociable de un posicionamiento político (Amossy, 2016, p. 23).

El populismo se ha categorizado como ideología (van Dijk, 1999) para lo cual no cabe la aplicación de las categorías de valor de verdad, de manera que no puede ser verdadero o falso.

En lo económico, los programas populistas tienden a privilegiar la redistribución en detrimento de otras variables económicas, como la inflación o la contención del déficit estatal, aun cuando estos tres factores presenten una relación peculiar. El partido político suele ser desplazado y asociado a ello, el desprecio por los ‘políticos’.

Un problema ambiguo es la exigencia para los populismos de sostener un liderazgo carismático; en todo caso, ello será una condición necesaria para un movimiento histórico específico, pero no para la ideología populista, que puede encarnar en más de un movimiento. Lo que parece universalmente aceptado es la relación entre populismo y nacionalismo.

Dix (1985) distingue entre un populismo autoritario y uno democrático, deslinde insostenible porque el eje autoritarismo/democracia es irrelevante en la determinación del populismo; en todo caso, se trata de ideologías con cierta carga afectiva que pretenden salvar al populismo de su carácter despectivo. Aun así, parece válido hablar de un populismo de derecha para referirse a una corriente ideológica que se ha desarrollado históricamente en los países europeos más ricos (Sturm, 2006). Su clave consiste en autodefinirse como representante de los intereses de la mayoría silenciosa, asumiendo un monopolio de la interpretación de esos intereses.

2.3 Hacia una interpretación del populismo

Laclau (1978, pp.166–174) presenta cuatro enfoques sobre una interpretación del populismo: 1) el populismo es visto como una expresión típica de una clase social; 2) el populismo es un concepto vacío de contenido (el significante vacío) que debería ser eliminado del lenguaje de las ciencias sociales (enuncia esta postura como nihilismo populista); 3) propone restringir el término populista para señalar una ideología y no un movimiento socio político. Una ideología que se plantea como antisistema, de desconfianza hacia los políticos, antiintelectualista y apelando a la categoría pueblo como concepto constituyente de la sociedad. 4) Por último, habría una concepción funcionalista del populismo, según la cual constituye un fenómeno aberrante, consecuencia de la asincronía en la dinámica de la transición de la sociedad tradicional a la sociedad industrial. Posteriormente, Laclau (2005) presentó una nueva versión de su concepto de populismo, después de revisar algunos aspectos de la teoría psicoanalítica. Rechaza que el populismo sea un movimiento, se trata de una lógica política; señala que deben introducirse dos aspectos para conceptualizar el populismo: la operación de nombrar, pero separando el concepto del nombre, separación sin la cual no habría populismo, pero que atiende al aspecto afectivo. Plantea necesario apelar a la lógica de la diferencia y de la equivalencia, antagónicas pero necesitadas la una de la otra. Estas construcciones de Laclau son muy complejas y sería necesario un largo argumento para poder explicarlas y analizarlas, pero podríamos concluir diciendo que Laclau tiene una visión positiva del populismo, al que ve como una expresión válida de las aspiraciones y anhelos del pueblo, y busca rescatar el término populismo de su posición marginal en la teoría social.

De Ípola (1982) analiza las tesis de Laclau y propone una línea argumentativa específica, se expone en la Tabla 1.

3 Descortesía y discurso político populista ysobre el populismo

La argumentación del populismo implica una inversión del grupo social oprimido que ahora pasa a ser dominante y viceversa: el pueblo es ahora el agente social que dinamiza la acción política y en este proceso la operación de cortesía consiste en preservar la imagen de un colectivo al que se supone puro y representante de lo justo (Forgas, 2004). Por su parte, Müller (2016) presenta siete tesis sobre el populismo, las ubicamos en la Tabla 2:

Coincidimos con Chilton y Schäffner (2000), en que un vocabulario no es un reflejo de la realidad material sino una construcción de lo real que refleja los intereses de los grupos dominantes en una comunidad.

3.1 El discurso político populista

El discurso político ha sido estudiado desde distintas perspectivas, para Charaudeau (2011) la palabra política pertenece a una práctica social, circula en cierto espacio público donde tienen que ver las relaciones de poder que ahí se instauran (2011, p. 16). Nosotros nos ubicamos en aquel “enfoque discursivo [que] considera que en el fenómeno político del estado se produce un conjunto complejo de ‘sujetos políticos’ ” (Chilton y Schäffner, 2000, p. 301). Adoptamos la noción de formación discursiva (Foucault, 1970) que se refiere a la comunidad de prácticas socio-discursivas de los hablantes, como ya lo hemos expuesto en Flores e Infante (2012, 2014,20142016).

El discurso político populista mexicano posee ciertas características que lo diferencian de otros tipos de discursos políticos. Una de ellas: el argumento de la popularidad (Walton, Reed, y Macagno, 2008). Los argumentos basados en la opinión popular fueron considerados por primera vez en la lógica de Port Royal, asignándosele un carácter falaz. El tratamiento estándar de la falacia a partir de la opinión popular permite esclarecer el poder retórico y el carácter emocional del esquema argumentativo. La forma básica subyacente al argumento ad populum presenta el Esquema 2:

Esquema 2: Argumento ad populum.
Esquema 2:

Argumento ad populum.

Se ha señalado que el punto crítico de este esquema es la aceptación de la referencia a ‘todo el mundo’. La fuerza del argumento depende, por lo tanto, del conjunto de compromisos y valores compartidos por el grupo al cual el oyente se siente pertenecer emocional y culturalmente. La conclusión no debería ser expresada como una necesidad lógica sino como una actitud pragmática (dialogal) hacia la proposición.

Este esquema tiene varios subtipos: el argumento de que algunos poseen un conocimiento especial sobre el asunto, vinculado al de la opinión de expertos. Otro tipo es el argumento de la deliberación popular: si un grupo ha deliberado extensamente e inteligentemente sobre la verdad de la proposición y la ha aceptado, entonces la proposición es verosímil o creíble. Hay dos subtipos de este esquema argumental que son especialmente importantes para este trabajo están en los Esquemas 3 y 4:

Esquema 3: El argumento de la justificación moral (Walton et al., 2008, pp. 312–313).
Esquema 3:

El argumento de la justificación moral (Walton et al., 2008, pp. 312–313).

Esquema 4: El argumento de la gente común (Walton et al., 2008:312–313).
Esquema 4:

El argumento de la gente común (Walton et al., 2008:312–313).

3.2 Discurso, cortesía e interacción comunicativa

El discurso de cortesía –como todo discurso- preexiste a sus usuarios y es plurivalente, como resultado de que para una secuencia dada de conducta, hay varias descripciones posibles como el principio de polivalencia semántica de la acción social (Verón, 1972). Por ejemplo: En las elecciones holandesas de marzo de 2017, el líder del partido Llamada Democristiana, Sybrand Buma, cerró su campaña electoral solicitando a la reina Máxima de Holanda que renuncie a su pasaporte argentino: “Si por mí fuera, todo el mundo debería tener un único pasaporte. Y eso significa que la reina también. Un holandés de origen marroquí no debería poder usar su nacionalidad marroquí” (Clarín.com, 2017).

Según Pazé (2016) es difícil distinguir los discursos basados en datos aceptables o verosímiles o los razonamientos coherentes de aquéllos que presentan discursos falaces o pseudorazonamientos; ello porque la finalidad del discurso político no es cognoscitiva sino emocional y persuasiva. Las construcciones del discurso político no son enunciados constativos, sino que predominan en él los enunciados performativos para los cuales la condición de verdad y falsedad es indecidible. La fuerza de todo discurso demagógico es su apelación a la afectividad y se basa en estereotipos (topos[12]) y expresiones que funcionan como lugares comunes y cuya obviedad le permite imponerse a otras expresiones o argumentos.

En síntesis, en la teoría política, el populismo aparece en dos dimensiones o perspectivas: en una, negativa, se adscribe a los movimientos y a los agentes calificados como populistas causantes de diversos males. En la otra, positiva, se encuentra en el populismo un modo válido de hacer política en pro de una democracia imaginaria donde el pueblo es el agente social por excelencia.

El discurso de cortesía y (des)cortesía ha sido analizado en diversos trabajos (Kaul de Marlangeon 2005, Blas Arroyo 2001) y en México, en el discurso político por Flores e Infante (2012, 2014, 2014, 2016). Sobre los usos (des)corteses en el discurso político desde la sociopragmática, concordamos con Kaul de Marlangeon (2005) en que el tratamiento lingüístico que se da a un determinado acto verbal está determinado en la previa relación que existe entre los interlocutores (jerarquía y familiaridad) y de los efectos (positivos y negativos [13]) que puede tener el acto sobre esa relación. Por ello se usa la cortesía estratégica (Bravo, 2005), que es opuesta a la normativa y se emplea específicamente de acuerdo con los fines de los locutores. La fórmula lingüística puede utilizarse para atenuar [14] o para intensificar [15] los efectos no deseados de un determinado acto (cuando supone una cierta imposición sobre el interlocutor, al emisor le puede interesar valerse de los medios lingüísticos disponibles para compensarlo). Hay que considerar que los usuarios, para adherirse a un grupo usan la estrategia de afiliación, y la autonomía (Bravo, 2002), para desligarse de él. Según Kaul de Marlangeon (2006) emplean la descortesía por afiliación exacerbada, orientada hacia un blanco común de su grupo, o la usan deslindándose de él, por refractariedad.

4 Estudio de la interacción discursiva

Empleamos el concepto amplio del dialogismo (Bajtin, 1982) para estudiar la interacción discursiva tanto entre aquellos que circulan en la sociedad mexicana, como entre éstos y los pre construidos socioculturales en que se sustentan, además de las relaciones que se generan entre ellos y los agentes políticos mexicanos que se ubican en la disputa por el poder. Explicamos las estrategias de descortesía (Kaul de Marlangeon, 2005, 2006), y actividades de imagen -su direccionalidad, modalidad y sus efectos- (Hernández Flores, 2013) los actos de habla/discursivos [16] desde la propuesta de Austin (1962) y los recursos -semánticos, retóricos y morfosintácticos- de que se valen. Ubicamos las estrategias del discurso político (Chilton y Schäfner, 2000), y de van Eemeren y Grootendorst (2001) -violaciones a las reglas de una discusión crítica-; se identifican los rasgos y alusiones al populismo (Casino y Lodge, 2007, Dockendorff y Kaiser, 2009).

4.1 Un fantasma que no se define, pero al que hay que combatir

En el discurso político mexicano encontramos dos vertientes: la del populismo como caracterización de una entidad particular y la de populista como atributo de una persona. Con respecto al primer enfoque, tenemos en el Esquema 5:

Esquema 5: Ejemplos.
Esquema 5:

Ejemplos.

En [1] existe una actividad de imagen [17] orientada al referente [18], que primero se presenta en condiciones desfavorables por deslegitimación (D) y coercionado (C), luego se efectúa una intensificación (I) halagadora, por contrastación (FRC) y reiteración (FRR) de la AI que la legitima (L); como efecto social (ES), el populismo es visto positivamente como un programa de gobierno provechoso para sectores en condiciones de desigualdad [19]. Otras veces se ve como algo a lo que hay que vencer (Casino y Lodge, 2007). En [2] el populismo se muestra como un otro amenazante pero vago (Vag) sin formas definidas: ¿Cuál es la ola populista? ¿cuáles son los costos? Se construye un acto cortés, pues parece protegerse al país de algún peligro [20], pero en el implícto (1m) (Ducrot, 1986) hay un propósito descortés, pues se efectúa una lesión a la imagen (Kaul de Marlageon 2006, p. 258) por la tendencia ideológica del rival. Es una estrategia de encubrimiento (E), donde hay deslegitimación (D) y coerción (C) (Chilton y Schäfner, 2000). Como ES, la denigración de la imagen de la corriente ideológica y de quien la sustenta, éste es un rasgo típico del discurso de algunos políticos, que tratan sobre imaginarios catastróficos, donde se proyecta a esa entidad como una patología del sistema (Dockendorff y Kaiser, 2009). En la argumentación, se falta a la Regla [21] 6 (van Emereen y Grotendorst, 1992, p. 225), porque la premisa se propone como si fuera un punto de partida aceptado, ya la R10 (van Emereen y Grotendorst, 2001, p. 226) por la ambigüedad, vaguedad e imprecisión en la proposición.

En [3] la AI está dirigida al referente, su ES es negativo porque deslegitima (D) y coerciona (C) al populismo. La actividad comunicativa aparenta un acto cortés, pero su propósito es descortés (Kaul de Marlangeon, 2006). Hay un populismo con adjetivos (A) que se presenta como perjudicial para los intereses del in-group. Aquí la fórmula se invierte, ya que el enemigo es el populismo. Se manifiesta como una patología del sistema político, desarrollada a partir de actos específicos (Casino y Lodge, 2007). Se ha violado la R10: se usa formulaciones confusamente ambiguas cuyos recursos retóricos (FRZ) son el zoomorfismo (devorarse), el implícito (Im: la izquierda) y el símil (FRS: una fiera) que colaboran a la degradación de la imagen.

Por lo que respecta a [4], la AI empleada por el actual presidente de México, se dirige al programa político populista, su ES es negativo; se proyecta como perjudicial en (todas) las sociedades en el mundo, aunque los mexicanos sabemos que la postura ideológica del Enunciador [22] condiciona sus afirmaciones. En la ambigüedad típica del discurso político mexicano, se viola la R10, pues las expresiones son vagas (Vag), así, mediante la deslegitimación (D) y la coerción (C), el E induce al oyente a ubicar lo expresado en un imaginario que conviene a sus intenciones. Se trata de un acto que parece ser cortés –prevención, preocupación por el otro- pero su efecto es descortés (Kaul de Marlangeon, 2006), en cuanto la estrategia descalifica y deslegitima al referente.

4.2 Un agente político, líder o no de un movimiento político

Encontramos casos en que el populismo ha sido asociado con un dirigente político: En la aplicación [5] la AI se dirige a una entidad ausente [23], un candidato a la gobernatura y su ES es negativo, pues el enunciador [24] le ubica, confusamente, en una posición populista mediante recursos como asociaciones semánticas (AS), y la edificación de un imaginario por deslegitimación (D), coerción (C) [25], con descortesía por fustigación [26] (Kaul de Marlangeon, 2006); se lo asocia a conceptos socialmente negativos (AS). E viola la R1 (van Emereen y Grotendorst, 2001, p. 224), porque pone en duda el argumento de una de las partes y también infringe la R2 (van Emereen y Grotendorst, 2001, p. 224), ya que E vuelve su punto de vista inmune a toda crítica.

Esquema 6: Ejemplos.
Esquema 6:

Ejemplos.

En los ejemplos del Esquema 6, se establece la oposición entre ese discurso y aquél éticamente aceptable estado de: derecho, transparencia, institucionalidad. E alude a una relación directa entre el líder y las masas y que prescinde de las formas institucionales de mediación (Dockendorff y Kaiser, 2009). El otro es populista y por ello, es descalificado.

En [6] la AI es dirigida por E [27] al presidente de México. Es una descortesía descubierta (Kaul de Marlangeon, 2006, p. 258), con recursos como la adjetivación (A) negativa, las flexiones verbales (V), que colaboran al ES negativo. Así, E deslegitima (D) la imagen social y ejerce coerción (C) sobre el Ref. Ha faltado a la R3 (van Emereen y Grotendorst, 2001, p. 225) puesto que el ataque no se refiere al punto de vista y se viola la R10: el locutor hace uso de formulaciones que son confusamente ambiguas.

4.2.1 López Obrador. Un agente político, líder de un movimiento político [28]

Los segmentos que se presentan tratan de la imposición del calificativo de populista, asociado a una carga agresiva hacia un político en especial, como se ve en los ejemplos.

En el Esquema 7, iustramos en [7] la AI, que se dirige a AMLO quien es calificado con una acumulación de adjetivos descorteses (A) -en el contexto de México, conservador posee (ES) negativo- y usos verbales (V) que resultan en una descortesía de fustigación (Kaul de Marlangeon, 2006, p. 258). El ES resulta intensificado (Briz, 2005), ya que se usa populismo más conservador, que deslegitima (D) (Chilton y Schäfner, 2000) y coerciona (C) la imagen del aludido. Hay una infracción a la R2, ya que E propone su punto de vista como defendible de cualquier crítica.

En [8] la AI se compone de un acto verbal descortés de muy alto grado, por fustigación (Kaul de Marlangeon, 2006), por medio de él E (un expresidente de México, por lo que el enunciado cobra mayor fuerza ilocutiva) coerciona (C) y deslegitima (D) (Chilton y Schäfner, 2000) la imagen de AMLO. Como recursos: una acumulación de adjetivos (A) degradantes, la pregunta retórica (P) y la asociación semántica (AS) referente a la falsedad (personaje), generan una degradación (D) y coacción (C) sobre la representación del líder, porque de él se esperan las virtudes opuestas a lo dicho.

Esquema 7: Ejemplos.
Esquema 7:

Ejemplos.

Se falta: a la R3, pues no se ataca el punto de vista, sino la persona; a la R4, ya que la argumentación no se relaciona con ese punto de vista (van Emereen y Grotendorst, 2001, p. 225) sino con el sujeto referido; a la R6 porque se presenta una premisa como si fuera un punto de partida aceptado.

En cuanto se refiere a [9], hay una descortesía encubierta (Kaul de Marlangeon, 2006, p. 258) pues lo enunciado se presenta como si tuviera un buen propósito: el de que se conserve la prosperidad, por tanto es un encubrimiento (E); la AI dirigida a AMLO radica en el argumento que deslegitima (D) la imagen del aludido, por ello el ES resulta negativo. El Ref. es colocado –coercionado - como futuro responsable de un panorama pésimo para Querétaro. Los recursos que colaboran a este propósito son: el uso de epíteto (Ep), la ambigüedad, la vaguedad (A-V), la causa-efecto (C-E). Se cometen infracciones a las R4 y R10, pues se presenta una argumentación que no está relacionada con algún punto de vista y se emplean formulaciones ambiguas.

En el fragmento [10] la AI del E se dirige al discurso de AMLO de parte de un líder del partido opositor [29], mediante adjetivos (A) y asociaciones semánticas (AS) relacionadas con el ridículo, la desmesura, la falsedad y la incapacidad, se alude a un estilo de discurso político con o sin efectos de performatividad asociado al líder de un programa político de un partido, con tradición de movimiento (Casino y Lodge, 2007). Es una descortesía por fustigación (Kaul de Marlangeon, 2006) con la que se deslegitima (D) y coerciona (C) su imagen social y la de su discurso. El ES es negativo para la imagen, el discurso y el enunciador. Se viola la R3, ya que el ataque no se refiere a ningún punto de vista; la R4, pues no se presenta una argumentación vinculada a alguna postura; la R6, porque E presenta una premisa como si fuera un punto de partida aceptado; la R9 (van Emereen y Grotendorst, 2001, p. 226), ya que E convierte el éxito de la defensa en absoluto.

En el Esquema 8 presentamos tres interacciones cuyo blanco es el “enemigo”, AMLO, e incluimos un segmento donde este personaje se resiste a los ataques.

Esquema 8: Ejemplos.
Esquema 8:

Ejemplos.

El segmento [11] contiene una AI que se orienta al líder opositor AMLO de parte de otro líder de partido, la exposición se adereza con algunos rasgos del populismo: una estructura de apoyo policlasista que descansa especialmente en sectores subalternos (Dockendorff y Kaiser, 2009). Se trata de una descortesía encubierta (Kaul de Marlangeon, 2006, p. 258) con un ES social negativo, pues hay lesión a la imagen, porque la comparación (FRC) con otro líder político de América cuya gestión ha tenido terribles consecuencias para su país, es un símil (S), por tanto se asocia semánticamente con él (AS), se sugiere en el implícito (Im), que sus ideas son erróneas. Hay encubrimiento (E) y coerción (C) ya que se coloca al referido en cierto imaginario para su deslegitimación (D). Se incumplen las R: 2, 6 y 10. Presenta el punto de vista como evidente por sí mismo, disimula una proposición en una presuposición, hay vaguedad (Vag), y se explota la ambigüedad referencial.

La AI en [12] está dirigida por AMLO a sus oponentes. Mediante afirmaciones vagas (Vag) legitima (L) su imagen y se resiste (R) a sus detractores, a quienes deslegitima (D) y coerciona (C ) mediante la autofagia [30]. Incurre en una descortesía descubierta (Kaul de Marlangeon, 2006, p. 258) por afiliación exacerbada (AE) a su grupo y por refractariedad (DR) a los conservadores. Colaboran recursos como la hipérbole (FRH), la sinécdoque (FRS), y la aliteración (FRA) que apoyan la edificación de un imaginario ideal del futuro gobierno que se propone. En la argumentación se manifiestan rupturas a las Reglas 2, 9 y 10, pues se evade el peso de la prueba al presentar el punto de vista como evidente por sí mismo, se absolutiza el éxito de la defensa, concluye que el punto de vista es verdadero y manipula la falta de claridad, explota lo implícito y la vaguedad. Observamos que el discurso del político presenta rasgos del populismo: el proyecto de una movilización política asentada en una relación directa entre él y las masas sin formas institucionales de mediación; una estructura de apoyo policlasista apoyada en sectores subalternos y un discurso antielitista, antiintelectualista y antisistema con elementos ideológicos confusos (Dockendorff y Kaiser, 2009).

La AI realizada en [13] por un expresidente de México se dirige a AMLO. Hay una descortesía directa (Kaul de Marlangeon, 2006) hacia el referido y, como ES, resulta lesionada su imagen. Para ello se usa la adjetivación (A), la pregunta retórica (FRPr) y el sarcasmo (S), manifiesto en el empleo del diminutivo [31]; el uso del posesivo (P) que intensifica la coerción, complementada por la reiteración (FRR) y la paradoja (FRPa). Hay coerción (C) de la imagen del sujeto, mediante el implícito (Im) así como una deslegitimación (D) que devienen en la degradación de su imagen social. Se incumplieron las R3 y la 10, pues se distorsiona el punto de vista por simplificación excesiva (se ignoran matices semánticos) y se exagera al generalizar sobre las proposiciones; hay falta de claridad, al explotar lo indefinido y la vaguedad. Se alude a algunos rasgos del populismo (Casino y Lodge, 2007): un estilo de discurso político, con o sin efectos de performatividad y el uso continuo de métodos clientelares que usa el apoyo de las bases populares como legitimación (Dockendorff y Kaiser, 2009).

En [14] hay descortesía por fustigación (Kaul de Marlangeon, 2006) en la AI del expresidente Fox contra AMLO, se vale, entre otros, de recursos como la asimilación de la imagen del aludido con otras de personajes y entidades [32] que connotan (AS) un imaginario peyorativo; la reiteración (FRR) colabora al énfasis en la coerción (C) y deslegitimación (D) del referido. Observamos la acumulación de adjetivos (A), y el acopio de verbos operativos (V) con sentido degradante, que forman parte de la lista de acusaciones/peticiones formuladas irónicamente (FRIr). El enunciado es una compleja intensificación. La analogía tiene un ES negativo: ocurre la deslegitimación de la imagen, del ethos social. Se infringen: la R3, pues el ataque contra el político aludido debía referirse a su razonamiento, la R4, la argumentación no está relacionada con algún punto de vista y la R6, pues se presenta una premisa como si fuera evidente. Con Dockendorff y Kaiser (2009) se percibe un liderazgo personalista, con rasgos paternalistas, un discurso antisistema con confusos elementos ideológicos.

5 Resultados

Una vez que se procesaron los hallazgos derivados del estudio, en este apartado y para fines heurísticos, hemos organizado los resultados cuantitativos como sigue:

5.1 Estrategias (des)corteses

Para documentar las estrategias de (des)cortesía empleadas por los locutores nos apoyamos en la clasificación de Kaul de Marlangeon (2006). La Gráfica 1 expone los hallazgos.

Gráfica 1: Estrategias descorteses.
Gráfica 1:

Estrategias descorteses.

En el corpus abundó la descortesía por fustigación (28%), le sigue la descortesía encubierta (27%); el enmascarar un propósito descortés, y la descortesía evidente tuvieron frecuencias de un 18%; la ausencia de cortesía, un 9%. Es posible afirmar que predominó la descortesía sin disimulos con un 46%.

5.2 Funciones estratégicas del discurso político

Empleamos la clasificación que proponen Chilton y Schäfner (2000) para distinguir esas funciones. Mostramos los datos en la Gráfica 2.

Gráfica 2: Funciones estratégicas del discurso político.
Gráfica 2:

Funciones estratégicas del discurso político.

La deslegitimación de la imagen, del discurso, o de la entidad referida tuvo 45% de frecuencias, enseguida la coerción sobre el referente o el aludido: 36%; el encubrimiento un 9% y el 5% para la legitimación y la resistencia. Se impone la deslegitimación en el corpus.

5.3 Otros recursos

Hay recursos que colaboran, semántica, morfosintáctica y retóricamente, a las interpretaciones socio pragmáticas ya expuestas líneas arriba. Mostramos los resultados en la Gráfica 3.

Gráfica 3: Otros recursos.
Gráfica 3:

Otros recursos.

Existe mayoría en los recursos retóricos, pues presentan 50% de frecuencias, siguen los recursos semánticos, con 31% y al final los morfosintácticos, con 19%. Las asociaciones semánticas sirvieron para evocar sentidos que colaboraron a la estrategia discursiva, los recursos lingüísticos, determinaron el acto de habla o complementaron el ES. Predominaron los recursos retóricos porque instrumentalmente, en el discurso político mexicano, facilitan la proyección de la intencionalidad de la actividad comunicativa, al matizar, connotar y, a través del ornatus, favorecer valoraciones por parte del receptor.

5.4 Rasgos del discurso populista

Fusionamos las propuestas de Casino y Lodge (2007) y de Dockendorff y Kaiser (2009), para ubicar los 12 rasgos del populismo en los fragmentos. En la Tabla 3, ordenamos los rasgos del populismo por frecuencias descendentes de aparición en el corpus:

Como se observa, predominó la afiliación con las clases populares, sectores subalternos y el discurso antisistema.

5.5 Violación a las Reglas de una discusión crítica

Empleamos la propuesta Eemeren et al. (2001, 2014), para examinar la validez de las argumentaciones encontradas. Los resultados se muestran en la Gráfica 4.

Gráfica 4: Violaciones a las 10 Reglas de una discusión crítica.
Gráfica 4:

Violaciones a las 10 Reglas de una discusión crítica.

La Regla a la que más faltaron los enunciadores fue a la 10, con 29% de frecuencias; las R6, 4 y 2 se infringieron 14% ocasiones; las R9 y 3 en 11% casos, y la R17% veces. Los enunciadores usaron mayormente formulaciones que resultaron insuficientemente claras o confusamente ambiguas.

6 Conclusiones

Si se atiende a la dimensión cortesía/descortesía en el discurso político mexicano con respecto al tema del populismo:

  1. Se confirman los resultados que hemos obtenido en etapas anteriores: en cuanto concierne a las AI, predominaron las dirigidas a un tercero, y emitidas por figuras de poder político, cuyos ES fueron en mayoría, negativos. Predominaron la descortesía descubierta y por fustigación, cuyo propósito fue la lesión de la imagen sin reparación del concepto, el discurso o el sujeto aludidos. Se propone que el macro-acto de denigración o degradación de la imagen, se localiza como transversal en los discursos revisados, y que la elaboración del discurso mexicano sobre el populismo se sostiene en falacias, violaciones a las normas de una discusión crítica predominantemente por ambigüedad y vaguedad, así como que los recursos y estrategias están determinadas, como ya apuntó Bravo (2005), en el contexto sociocultural que delimita la interacción, pues el rango de E incidió en el ES.

  2. Entre los rasgos del discurso populista más frecuentes, están: un discurso anárquico con elementos ideológicos confusos, un estilo de discurso político, con o sin efectos de performatividad y la alusión a un movimiento político, siempre identificado con los que no pertenecen a las élites y con un líder.

  3. Se aporta al estudio del discurso político en México que, la asignación de la categoría populista a un agente político es siempre ofensiva o descalificadora (descortés), y se ha demostrado que esa denominación no encuentra fundamentación pertinente, sino que procede de un imaginario difuso, sustentado en una intención agresiva, es decir, no se asigna una categoría calificadora en un presupuesto fundamentado, sino que se desacredita al otro en su imagen, su ideología, sus acciones, su discurso.

  4. Los locutores usaron recursos retóricos para aderezar e intensificar los efectos de su discurso; formulaciones ambiguas para agredir lasrepresentaciones de los oponentes (entidades o sujetos); la adjetivación acentuó la violencia verbal para desacreditar la imagen social del tema o de los sujetos referidos en el discurso. Las asociaciónes sémicas contribuyeron al dispositivo que orientó tal fin.

  5. El populismo sirvió como recurso eficaz para la deslegitimación del referente o referido, y frecuentemente empleó la coerción, orientada a dañar un concepto, la imagen social, o el discurso referido, sin argumentaciones fundadas.

Las proyecciones de esta investigación se orientan a probar estas categorías y la aproximación metodológica en otros corpus discursivos, para obtener resultados que permitan confirmar los hallazgos expuestos, a fin decaracterizar este tipo de recurso comunicativo.

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Published Online: 2018-6-12
Published in Print: 2018-6-26

© 2018 Treviño and Bonfiglio, published by De Gruyter

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